ROMA. El papa Francisco fue formalmente instalado el domingo como obispo de Roma en una ceremonia caracterizada por una mayor sencillez frente a los ritos y pompas habituales de sus predecesores cuando éstos asumieron sus deberes pastorales.

 

En otra señal de que Francisco considera su misión de pontífice como un servicio de la humildad, aprovechó su llegada a la Basílica de San Juan de Letrán para honrar al papa Juan Pablo II que conserva una alta popularidad en Roma.

 

Francisco llegó media hora antes para bendecir una placa que renombra como Juan Pablo II —fallecido en 2005— la esquina de la plaza afuera de la iglesia.

 

Francisco aplaudió y dio su bendición cuando el alcalde de Roma develó una placa de piedra sencilla y de color blanco con la inscripción “Plaza Juan Pablo II” en una sección de la gran plaza, que es frecuente escenario de conciertos gratuitos de rock así como de manifestaciones políticas y sindicales.

 

Francisco, que hizo hincapié en la importancia de la sencillez, llegó al acto de develación con una sotana blanca simple, en contraste modesto con la vestimenta del cardenal italiano que le dio la bienvenida y que utilizaba una capa roja.

 

La ceremonia vespertina de instalación, que duró dos horas, es importante para la Iglesia, en virtud de que un papa es pontífice porque fue elegido obispo de Roma y no al revés.

 

Poco después de su elección el 13 de marzo como el primer papa procedente de América Latina, Francisco dejó claro que disfrutaría su papel pastoral como obispo de la ciudad.

 

La insistencia de Francisco sobre su papel de obispo “habla de su sensibilidad de ser realmente el pastor de una iglesia con un estilo concreto”, dijo el cardenal Agostino Vallini a la Radio Vaticano antes de la ceremonia de instalación.