La muerte de Margaret Thatcher, quien fuera la primera mujer en ocupar el puesto de Primer Ministro del Reino Unido de 1979-1990, ha generado una enconada marea de reacciones. Mientras que algunos grupos de la sociedad la aclaman como un ícono del liderazgo femenino, otros la fustigan por su política neoliberalista que deterioró la calidad de vida de los británicos de finales del siglo XX.
Una cosa es cierta y es que no se puede ser indiferente a la figura política de la llamada Dama de Hierro, quien durante su mandato dio una intensa pelea al Estado de Bienestar, a través del recorte a los derechos laborales; el monetarismo; el impuesto a la vivienda conocido como poll tax; el apoyo a genocidas como Augusto Pinochet en Chile; la aprobación del apartheid en Sudáfrica y la Guerra de las Malvinas.
Este fin de semana la Plaza Trafalgar, del centro de Londres, se inundó de detractores de Thatcher para celebrar bajo un cielo gris y una ligera llovizna el deceso de la polémica líder. Como si se tratase de la década de los 80, activistas, estudiantes, mujeres, hombres y niñ@s de todas las edades, se reunieron en la histórica Plaza junto con la clase obrera, en su mayoría mineros, a quiénes la era Thatcher, arrebató sus empleos y luchas sindicales.
Décadas atrás sus antipopulares medidas le valieron el rechazo de los ciudadanos, quienes reflejaron su animadversión a través de la música. Canciones que se convirtieron en un himno como “The Day that Thatcher Dies” de la agrupación indie británica Hefner, donde la melodía remata con la famosa frase “Ding Dong! The Witch is Dead” (Ding Dong, la bruja ha muerto) interpretada por Judy Garland en el filme de 1939 El Mago de Oz, y “How Does It Feel To Be The Mother Of a Thousand Dead?” del grupo anarko punk Crass, en referencia a la Guerra en las Malvinas hacían críticas ácidas a la dirigencia de Thatcher.
Ya desde su paso por el Ministerio de Educación (1970-74) se había ganado el rechazo de los ingleses, quienes la apodaron “Maggie Thatcher, the milk snatcher” (Maggie Thatcher, la roba-leche), por el cese a suministrar a los niños de educación primaria leche gratuita. No es de extrañar que una botella de leche fuese colocada en el umbral de su casa en Belgravia, horas después de ser anunciado su deceso.
Thatcher se convirtió en la Bruja del Este de El Mago de Oz, que tiranizaba al pueblo de los Munchkins, representado en el pueblo inglés, gracias a sus políticas de derecha que la convirtieron en la mala del cuento. Sin embargo encuentro difícil clasificarla tal y como una bruja, pues si rompemos con los estereotipos de la hechicera despiadada, anciana, horrible, come-niños, descubro que las brujas simbolizan la determinación, la bravura, la investigación, el feminismo, algo de lo que estuvo muy lejana Margaret.
La misma Thatcher detestaba al feminismo. Ella misma señaló: “Las feministas me odian, ¿verdad? Y no las culpo. Porque yo detesto el feminismo. Es veneno”. Es la razón por la que la analogía de la ex primera ministra con una bruja me parece que tan sólo perpetúa el estereotipo de la bruja visceral, sin tomar en cuenta el hecho de que las brujas fueron la punta de lanza del conocimiento en las sociedades medievales principalmente, actuando como precursoras de las actuales científicas.
No hay duda de que Thatcher fue un éxito en la política que sigue siendo un mundo predominantemente masculino. Empero durante sus 11 años de gobierno sólo tuvo a una mujer en su gabinete, la baronesa Young y no catapultó leyes que apoyaran a las mujeres.
Las mujeres no siempre son buenas para otras mujeres, porque el sexo de una persona no determina su postura política. El éxito de una mujer no significa un paso adelante para todas. Lejos de “romper el techo de cristal”, Thatcher subió la escalera y la tiró tras ella.