Le llamaré la atención con un título: GARGANTA PROFUNDA.
Para los fanáticos de las noticias, ese era el mote del connotado soplón que le dio al Washington Post y a Bob Woodward las pruebas sobre el caso de espionaje más escandaloso en la política de los Estados Unidos.
Para los demás, Garganta profunda es el título de la que es, tal vez, la película pornográfica más famosa del mundo.
Y es que la pornografía ha acompañado al hombre desde tiempos inmemoriales. La afición de ver reflejada la fantasía en dibujos, pinturas y, a partir de la fotografía y el cine, la impresión de imágenes retratadas.
Porque, al final, la pornografía es el bizarro mundo de la fantasía humana metasexual. Escenarios, situaciones, atuendos y, por supuesto, hombres y mujeres deseables.
No por nada la industria de la pornografía genera 97 mil millones de dólares al año en ingresos, siendo Asia el principal mercado consumidor seguido por, sí, los Estados Unidos.
Por ello, llamó tanto la atención la semana pasada la nota sobre las descargas pornográficas en el Vaticano.
La historia va así: un dueño de un videoclub en Irlanda se percató, debido a un comentario de un sacerdote que es su cliente, que había monasterios donde se bajaban de forma ilegal películas en cartelera o de estreno reciente.
De estas forma, el grupo TorrentFreak con la ayuda de la organización Scaneye -dedicada a la lucha contra la piratería- comenzaron un rastreo de monasterios y casas de religiosos para ver su consumo y baja de archivos de internet.
Así, llegaron a la Santa Sede.
En un inicio, los downloads irregulares eran los normales (esto si es que existe la normalidad en un acto ilegal como lo es la piratería): series de televisión y películas. Pero al revisar con mayor detalle las descargas, se podía notar una serie de archivos peculiares en fila: pornografía de mujeres en actos sadomasoquistas.
Dichas descargas se dieron, según la investigación de Scaneye, entre enero y marzo de 2013.
El Vaticano no dio ningún tipo de dato al respecto. No quiso dar declaraciones porque, imagino, le faltan datos para entender que títulos como Lea Lexis and Krissy Lym son parte de una industria que ha sabido, a diferencia de ellos, adaptarse a los tiempos.
Porque Garganta profunda se popularizó primero en cines y, después, como filme de 16 mm para hogar. Tras de ello, la pornografía comenzó un proceso de Star System que cuidara a sus estrellas. Principalmente, a las mujeres que salían y por las que muchos hombres invertían miles de dólares para ver.
Nombres como Seka, Desiree Cousteau o Marilyn Chambers se convirtieron en las divas del valle de San Fernando, lugar donde la producción pornográfica se ha desarrollado de forma pujante en California.
Con el tiempo, la pornografía ha saltado al unísono del cambio tecnológico. Del cine a los hogares en VHS y, de ahí, al DVD. Del DVD a la computadora en páginas web y, ahora, en servicios de descarga o los ya conocidos On demand.
La industria porno se ha expandido tanto que Brasil y la República Checa le pelean a los Estados Unidos su predominio. Mas el principal punto de atención debiera ser en los hombres y mujeres anónimos que, dentro de su fantasía, usan cámaras y ordenadores para capturar sus momentos íntimos y lanzarlos a la red.
Algo que, de haberlo sabido en el Vaticano, no hubieran tenido que pasar por la vergüenza de violar dos mandamientos.
Y todo, por no aprender de ambas gargantas profundas.