PARÍS. Más de cinco mil víctimas, 300 abogados y cinco acusados protagonizaron ayer en Marsella, al sur de Francia, el inicio del proceso por las prótesis mamarias defectuosas, un “macrojuicio” por estafa contra los creadores de estos implantes que más de 80 mil mujeres llevaron en todo el mundo hasta su prohibición en 2010.

 

Con la apertura del juicio, que tiene una duración prevista de un mes, las miradas se enfocan en el principal acusado, Jean-Claude Mas, propietario y fundador en 1991 de la empresa Poly Implant Prothèse (PIP), que llegó a ser durante años el cuarto productor mundial de implantes mamarios.

 

Ello en buena medida gracias a su bajo precio, ya que estaban fabricadas con un gel no autorizado, un derivado de una silicona industrial 10 veces más barato que los productos homologados.

 

El imperio construido por Mas recaudó un millón de euros al año y le permitió expandirse hacia otras regiones. Fuera de las fronteras galas obtenía 84% de su facturación, esencialmente en América Latina, donde en países como Venezuela se calcula que 33 mil  mujeres se implantaron sus prótesis.

 

En el proceso de Marsella sólo se juzgarán las acusaciones de estafa, por las que Mas puede ser condenado a un máximo de cinco años de cárcel. Las posibles consecuencias para la salud por el uso de los implantes no ha sido hasta ahora demostrada por las autoridades sanitarias, por lo que este tema tampoco será parte del juicio.

 

En diciembre de 2011, la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria y Productos de la Salud reportó que 20 mujeres con implantes mamarios PIP declararon tener cáncer. No obstante, aclaró en aquella ocasión, “no se ha establecido ningún vínculo entre esos casos de cáncer y los implantes”.

 

En México, a principios de 2012, la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva informó de cuatro mil 500 mujeres con implantes PIP, de los cuales en dos casos se registró rotura.