Para Magda, quien nunca leerá lo siguiente
Para quienes creemos que el dinero sólo sirve para comprar libros, hoy es día ideal para canjear, con la tarjeta de crédito, la promesa de lectura por la promesa de pago. Leer es la única vía para limpiar el cerebro. El grueso polvo de la cotidianidad tiende a moldear los sesos con lo que dicen los otros los otros los otros: hola, buenos días, ¿ya viste tu WhatsApp?, ¿qué comiste?, ¡qué tráfico!, ¡qué calor!, Cruz Azul campeón de la corcho copa.
¡Atención! (palabra favorita de Carlos Fuentes): hay letras nuestras secuestradas por la estupidez y nosotros nos levantamos cada mañana como si nada nos faltara. Creemos que las tragedias sólo nacen de los terremotos, tsunamis o incendios.
Quienes hayan vivido un San Jordi en Barcelona saben que el Día del Libro es algo más que el típico día temático e industrializado por los aburridos dueños del calendario oclocrático. Que la masa se mueva a Sanborns a comprar el regalito: el pastelito para la secretaria (día); el dulcecito para el abuelito (día); la botella de tequila para el albañil (día); la manzana para la maestra con cariño (día); el balón de futbol para el niño (día); aplausos y abrazos para la familia (día); calaveras de azúcar para los muertitos (día).
No, en Barcelona no se celebra el Día del Libro cada 23 de abril, en realidad es el Momento de la Metáfora (día): si la rosa contiene un lenguaje encriptado el libro también. Si a los sentimientos los transporta una flor, el libro también es un transporte. La palabra metáfora es la más valiosa del diccionario. Única de naturaleza polisémica en la que caben todos los significados. Hoy, en Barcelona se venderán más de 1.5 millones de libros y un número similar de rosas, en las 281 librerías, 600 puntos de venta, como tiendas y puestos de periódicos, y en todas las calles principales donde habrá puestos de venta de libros, con el único objetivo de celebrar al otro obsequiándole una rosa y un libro. El intercambio de metáforas lo entiende sólo quien lo practica. Sí, aunque la tendencia de lo virtual mecaniza las expresiones vitales del ser humano, las calles de Barcelona se humanizan gracias al intercambio de sueños a través de metáforas.
Un 23 de abril del siglo pasado me topé con Javier Marías en la avenida Paseo de Gracia, ese pasaje estético en el que jugaba Antoni Gaudí. Si no mal recuerdo, la librería se llamaba Happy Books (hoy ya no existe). Sentado y con paciencia estoica, Marías firmaba cada libro de su autoría que sus lectores le ponían enfrente. La fila parecía interminable, y hasta ese momento, yo no había leído un solo libro de él; sin embargo, los ojos azules de la adolescente que se encontraba al final de fila eran suficientes para comprar Mañana en la batalla piensa en mí para formarme. Ahí, en la avenida Paseo de Gracia, supe que el auténtico amor platónico es de naturaleza metafórica; entre Javier Marías y su novela, nos encontramos Magda y yo. Instantánea borgiana porque, en efecto, el azar suele ser generoso, simplemente hay que dejarlo actuar. Deseaba que la fila no avanzara; que un lector conocido de Marías charlara con él de manera perpetua. El milagro sucedió. Magda y yo charlamos bajo la atmósfera ideal. Quedamos para tomar un café dos días después en una de las sedes semióticas de Barcelona, L’Òpera. Después, un océano se encargó de parar el reloj. Así, Magda se convirtió en amor platónico, encapsulado en una metáfora.
Por lo anterior es imposible pensar que, para mí, hoy sea el Día del Libro. Es un aniversario especial de Mañana en la batalla piensa en mí y del día en que conocí a mi amor platónico. Así de importantes, por trascendentes, son los libros y las rosas.