Rosario Robles Berlanga, una vez más, está en el patíbulo. La secretaria de Desarrollo Social se ha convertido en el blanco de una feroz campaña desatada por la oposición para tirarla del cargo y debilitar así al gobierno de Enrique Peña Nieto en su flanco más fuerte hasta el momento: el político. De paso, los opositores saben que si logran la cabeza de la controvertida señora, le asestan un duro golpe electoral al PRI, al probar que, lejos de su discurso de “cambio y modernización”, en materia de comicios sigue actuando tan sucio y rudimentario como el más viejo priismo.

 

Pero los enemigos de Rosario no están sólo en la oposición, especialmente en el PAN que la eligió como un apetitoso blanco político o en el PRD donde las acusaciones de “traición” que le endilgan los hace sumarse gustosos al linchamiento; hay varios priistas, especialmente del gabinete y de las cúpulas del peñismo, que bien quisieran ver caer a la única secretaria que no llegó al equipo presidencial ni por militancia ni por trabajo en el grupo cercano a Peña Nieto. Es más de uno las y los peñistas que hoy se soban las manos ante el jugoso botín político que representa la Sedesol.

“Yo no tengo por qué renunciar, porque no he hecho nada”, dijo ayer Robles al encarar a los senadores de oposición que la tundieron en su comparecencia ante comisiones parlamentarias. Incluso recordó que ha actuado contra los funcionarios acusados y señalados en la denuncia del PAN a los que despidió de Sedesol, incluido el delegado en Veracruz, y que no fue ella quien los nombró en sus cargos. El problema para la secretaria es que, aunque en ese sentido tiene razón, la responsabilidad de lo que ocurra en la dependencia es suya y, sea por comisión o por omisión, tiene que responder por los desvíos en que incurran sus funcionarios.

 

Robles llegó al Senado ayer por la tarde con la seguridad de saberse respaldada por su jefe, el Presidente, a quien no conviene en estos momentos, y hasta donde se ha valorado internamente en el primer círculo presidencial, no piensa ceder su cabeza porque se tomaría como una señal de debilidad. Pero es claro que a la titular de Sedesol la afectaron más de lo que le ayudaron las palabras y el fraseo equivocado de Peña Nieto el viernes pasado en Chiapas. El “no te preocupes, Rosario” fue un garrafal error político del presidente que muy poco ayudó a su secretaria.

 

Sin embargo, está claro que en Los Pinos entendieron y procesaron el error, no sólo por la decisión de suspender la presentación de la reforma financiera anunciada para ayer sino por la decisión de abrir un diálogo con la oposición panista y perredista sobre sus denuncias de desvíos e irregularidades en las elecciones estatales en curso. La rectificación presidencial se hizo evidente ayer en Puebla donde el discurso cambió radicalmente de la descalificación del “son las críticas de a quienes sólo les importan las elecciones” a su llamado a “blindar los programas sociales” y decir que su gobierno “no tolerará el uso electoral” de esos programas. Hay un giro de 180 grados.

 

De la soberbia inicial mostrada por Los Pinos al diálogo y el compromiso de revisar las denuncias, en medio sigue estando la figura de Robles que, otra vez, se verá sometida a un duro desgaste, a menos que la secretaria demuestre que tiene la autoridad real en Sedesol, que actúe ante las denuncias y que tome el control de su dependencia, donde se dice, la mayoría de los delegados, efectivamente no fueron nombrados por ella sino por los gobernadores del PRI que colocaron priistas a modo para su operación política y electoral.

 

No es la primera vez que Rosario se ve sometida a una presión y a un linchamiento político. Su relación con el empresario Carlos Ahumada la hizo no sólo pisar el patíbulo sino llegar a estar expuesta en la picota por varios años y a pesar de todo, logró reinventarse y regresar a la política por la puerta del gabinete presidencial. La pregunta es si, a partir de aquellas experiencias, la única secretaria no priista del equipo de Peña Nieto logrará sobrevivir a la cacería de sus enemigos, los de la oposición y los del peñismo, o si será efímero el retorno y su cabeza volverá a lucir en la columna de los ejecutados.

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