El mapamundi actual no difiere en mucho al del 1 de mayo de 2011, cuando se consumó la Operación Gerónimo que eliminó al objetivo más perseguido del planeta: Osama bin Laden.

 

Pese a que el paria saudita ya murió, su fantasma flaco, alto, de larga y rala barba aún recorre el mundo y, en un flash back inesperado, saltó al imaginario colectivo apenas un nanosegundo después de las 14:46 horas del lunes 15 de abril, cuando explotaron los artefactos en el Maratón de Boston. El pasado proyectó su sombra en el presente.

 

A 731 días de su muerte, el decimoséptimo hijo del empresario constructor saudita Mohammad bin Awad bin Laden y de Hamida al-Attas, aún protagoniza el debate global sobre el terrorismo. Acusado de tramar los ataques contra embajadas de EU en Kenia y Tanzania, el USS Cole en Adén y el 11 de septiembre de 2011 contra el World Trade Center, el Pentágono y el condado de Arlington en Virginia, este hombre transitó de ser aliado de EU a Enemigo Número 1.

 

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FOTO: ESPECIAL.

 

Para algunos, su desaparición no cambió ni la lógica del terrorismo ni la del radicalismo islámico. Sostienen que nunca llegó la represalia terrorista masiva desde el Islam radical que previó EU al confirmar la muerte de Bin Laden, el líder de Al Qaeda (La Base). Y el petróleo, ese oscuro objeto del deseo global, aunque ese lunes 2 de mayo bajó a menos de 113 dólares el barril luego de dos años al alza, al viernes siguiente se cotizó a 114 dólares. No hubo pues el temido boicot petrolero, ni entonces ni dos años después.

 

Para otros, el mundo es un sitio más seguro desde el éxito de la misión de los hombres de las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina (SEALs) en Abbottabad, Pakistán. Piensan que con esa acción Washington se consolidó como potencia en asuntos de seguridad, inteligencia y en despliegue y operatividad de sus fuerzas especiales. Ahí está la caída del régimen de Khadafi como muestra.

 

También cambió la vida del Shooter, el SEAL que el periodista Phil Bronstein identificó como ejecutor del presunto terrorista saudí hace un año en su artículo “El hombre que mató a Osama bin Laden está jodido” en The Equirer. A un año de esa revelación es paradójico que nadie haya reclamado la recompensa de 50 mdd que en 2007 ofreció el Senado de EU por su captura.

 

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FOTO: ESPECIAL.

 

En todo caso, el 21 de enero pasado, el presidente Barack Obama asumió su segundo mandato bajo la estela triunfal de la Operación Gerónimo, pues ratificó los objetivos de la política antiterrorista de su predecesor, “aunque no con tanta publicidad”, aprecia Raúl Benítez Manaut, presidente del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede).

 

Dos años después de su éxito, Obama mantiene a sus aliados estratégicos en la Península Arábiga y lanza en Asia Oriental su Alianza Transpacífica, pacta con China un impensable acuerdo de seguridad cibernética y con Rusia la cooperación antiterrorista. Su estrategia es envolvente e inédita.

 

En África, donde operó Bin Laden en los años 90 tras la disolución de la Unión Soviética, dos años después de su muerte se mantiene el fundamentalismo en Somalia. Por la misma razón se justificó la intervención multinacional en Malí.

 

Afganistán y Pakistán reductos de Bin Laden en Asia, hoy son escenario de la Operación Libertad Duradera de EU y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para localizar y arrestar a Bin Laden. Ya muerto el líder de Al Qaeda, los vehículos aéreos no tripulados (drones) de Occidente lanzaron, sólo en 2012, unos 450 ataques armados que causaron la muerte de 2 mil 754 civiles e hirieron a 4 mil 805, según el informe anual sobre Protección de Civiles en Conflictos Armados de Naciones Unidas.

 

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FOTO: ESPECIAL.

 

En contraste, EU y los talibanes, expulsados de Afganistán, negocian hace tiempo en Europa y el emirato de Qatar. En Pakistán, su aliado estratégico y adonde canaliza unos siete mil 500 mdd, Washington tiene un foco polémico tras las denuncias de ataques a civiles desde drones (vehículos aéreos no tripulados) armados.

 

Y aunque los países de América Latina se sienten más cómodos con Obama que con Bush, pues no ejerce presión directa como lo hacía su antecesor. Para México, el escenario antiterrorista cambia tras los atentados en Boston, pues los presuntos autores son inmigrantes, factor que endurecería la actual reforma migratoria, observa Benítez Manaut, también investigador del Centro de Investigación de América del Norte (Cisan).

 

La captura vista desde la Casa Blanca

 

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FOTO: ESPECIAL.

 

La imagen es del interior de la Sala de Situaciones (Situation Room) de la Casa Blanca, un centro de conferencias y de control de asuntos de inteligencia que mide 465 metros cuadrados. Su avanzado equipo de comunicaciones garantiza que el presidente y su gabinete sigan el curso de las crisis nacionales o globales y controlen desde ahí a las fuerzas militares estadunidenses desplegadas en todo el planeta. Está en los cimientos del Ala Oeste —donde la famosa Sala Oval— y la administra el Consejo de Seguridad Nacional.

 

Esa fotografía muestra el curso de un drama, propio de una sociedad global y teledirigida desde la Casa Blanca. Se presume que la imagen en vivo del ataque que ultimó a Bin Laden fue captada y difundida por el sigiloso UAV RQ-170 de la CIA, que sobrevoló el complejo habitacional todo el tiempo que duró la Operación Gerónimo. Dice Peter Singer, experto en guerra robótica y profesor de bioética en la Universidad de Princeton.

 

Los protagonistas son: a la derecha de Obama, el vicepresidente Joe Biden, que escudriña la misión; al lado está uno de sus asesores. Enseguida, Hillary Clinton, la secretaria de Estado que por primera vez muestra en una imagen una emoción incontrolada. Sus ojos reflejan sorpresa, preocupación y algo más, pues lleva la mano hasta su boca. La flanquean el asesor de Seguridad Nacional y el Secretario de Defensa.

 

A la izquierda de Obama, con uniforme, está el general Brad Webb y comandante general adjunto de las Operaciones Especiales de Fort Bragg. Enseguida, Denis McDonough con camisa azul, hombre de confianza de Obama en cuestión de seguridad, pues todo ataque debe llevar su aprobación. Tranquilo, con los brazos cruzados está Robert Gates, responsable del Pentágono artífice de Gerónimo.

 

Finalmente, escrutan la pantalla Mike Mullen, que preside el Estado Mayor Conjunto y quien informó a Obama la sospecha de que Bin Laden estuviera en Pakistán. Thomas Donilon, también de brazos cruzados junto a Mullen, es el asesor de Seguridad Nacional y experto en Afganistán. Bill Daley, el jefe de gabinete de Obama, John Brennan asistente en la lucha contra el terrorismo, James Clapper, director de Inteligencia Nacional, Blinken Tonym detrás de Daley, y finalmente Audrey Tomanson, la segunda mujer en la sala que dirige la Lucha contra el Terrorismo.

 

Para Fernando Rivas, director de la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, la Operación Gerónimo no sólo fue militar sino que “tampoco fue totalmente encubierta, pues se siguió en vivo y en directo desde la propia Sala de Situaciones”.

 

El especialista en análisis del discurso sostiene que tras la muerte de Bin Laden lo que cambió fue el control sobre la información de las operaciones militares en la guerra global contra el terror por las fuerzas armadas. Y pregunta: “¿Dónde están las fotos del ataque?, ¿Qué certifica la muerte de Bin Laden?, ¿Realmente estaban viendo la operación en vivo?

 

Las respuestas llegarán, probablemente en alguno de los futuros aniversarios de la muerte de Osama bin Laden.

 

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