MOSCÚ.- El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, realiza una visita oficial a Rusia para anunciar, junto a sus homólogos rusos, el reinicio de las negociaciones para la firma del tratado de paz entre ambos países, pendiente desde la Segunda Guerra Mundial a causa del conflicto territorial por las islas Kuriles. El comunicado conjunto firmado por Abe y por su homólogo ruso, Vladímir Putin, contemplará “el reinicio de las negociaciones concretas para alcanzar un tratado de paz y que incluirán la cuestión de la delimitación territorial”, aseguró Alexandr Pánov, diplomático ruso que fue embajador en Tokio.

 

Mientras, el Kremlin señala que espera “un intercambio de opiniones sobre el tratado de paz” y confía que a pesar de la complejidad del asunto, el diálogo será con tranquilidad y respeto, en paralelo a todo el espectro de las relaciones ruso-japonesas”. La desavenencia por el control del archipiélago en el Pacífico, conocido como Islas Kuriles del Sur en Rusia y Territorios del Norte en Japón (Kunashiri, Etorofu, Shikotan y Habomai), ha impedido que ambos países firmen un tratado de paz permanente tras la II Guerra Mundial.

 

La última vez que ambos países negociaron sobre las Kuriles fue hace 12 años, lo cual coincide con el liderazgo de Putin en Rusia. “Los japoneses ya saben que no habrá nadie más (que Putin), y hay que trabajar con aquel que dirigirá Rusia en las siguientes legislaturas”, apuntó Víctor Pavliátenko, experto del Centro de Investigaciones sobre Japón de la Academia de las Ciencias rusa a la publicación digital “Gazeta.ru”.

 

Hasta mediados de 2011, según el científico de la Academia rusa, “los conservadores japoneses señalaban que no tenía sentido negociar” ni con Putin ni con su delfín Dmitri Medvédev, y confiaban en la llegada de nuevas personalidades a la escena política rusa. Ahora, la élite nipona da por imposible que el Kremlin ratifique las concesiones logradas hace 20 años por Boris Yeltsin, el primer presidente de la Rusia postsoviética.

 

Diplomáticos y expertos rusos entienden que Tokio revisó por primera vez en décadas su postura en el conflicto y se conformaría con la devolución de, al menos, dos de las cuatro islas, tal como contemplaba la declaración conjunta de 1956. Sin embargo, ese acuerdo sólo tenía sentido en el contexto de la Guerra Fría, porque a cambio de las dos islas exigía a Tokio la expulsión de las bases norteamericanas del territorio japonés.

 

Hoy residen en las islas menos de 20 mil personas, principalmente por la dureza del clima. Las cuatro islas, que la Unión Soviética se anexó en 1946 tras la guerra ruso-japonesa son ricas en pesca y minerales como oro, plata, hidrocarburos y titanio.