DAMASCO. El ataque aéreo israelí de la madrugada del domingo sobre la periferia de Damasco destruyó tres cuarteles militares del cuerpo de élite de la Guardia Republicana, en la zona de Qudsiya, un silo de misiles Scud en Maareba y otro de misiles iraníes Fateh. Asimismo, los bombardeos destruyeron almacenes de municiones en el monte Qasiyun, un edificio militar cerca de las fábricas de la Defensa en la zona de Al Hameh, y el centro de investigación militar de Jamaraya, el único del que informó el Gobierno sirio.

 

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, expresó ayer su “grave preocupación” por el bombardeo y pidió a las partes “calma” y “moderación” para prevenir una escalada en el conflicto. Barack Obama defendió el derecho de Israel a defenderse e impedir que Hezbolá obtenga armamento avanzado.

 

El Líbano pidió a la Liga Árabe (LA) que adopte una postura firme al condenar la agresión israelí contra Siria y el canciller encargado, Adnan Mansour, instruyó a su embajador en la ONU para que presente una queja urgente ante el Consejo de Seguridad por las persistentes violaciones a su espacio aéreo por cazabombarderos israelíes y urgió a adoptar una postura firme para evitar “lo que puede convertirse en una situación mucho peor”.

 

En tanto, en Washington, el congresista republicano Peter King expresó sus reservas ante los llamados para armar a la oposición siria porque considera que “elementos de Al Qaeda tienen gran control” en los grupos rebeldes que se enfrentan al régimen de Bachar al Asad.

 

La agencia Sana, portavoz del régimen, calificó el bombardeo israelí como “una tentativa clara de ayudar a los grupos terroristas armados tras los fuertes golpes que han recibido”. Tras el ataque, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, postergó unas horas su salida a Beijing, adonde firmará varios acuerdos y se reunirá con el presidente Xi Jinping.