Empieza el año siempre apegado a la ilusión de cambio. Es la ocasión para revisar estrategias de vida y corregir errores. Es el momento para soñar que se vuelve doblemente atractivo cuando trae consigo un cambio de gobierno.

 

Una de las razones que hacen interesante un año electoral es que la evaluación y aspiración personal se traslada a la del país. Se reflexiona sobre su rumbo y se evalúan los resultados de las políticas adoptadas.

 

Hoy, las instituciones están cada vez más lejos de nuestra realidad cotidiana. Cuando se modernizan la constitución, las leyes o los reglamentos, siempre queda pendiente la instrumentación. Las dependencias, en los tres órdenes de gobierno parecen saturadas. Aquí, como diría Benito Juárez, “a los amigos justicia y gracia. A los enemigos, la ley a secas”…. Y eso si corren con suerte.

 

La buena noticia es que esta distancia entre sociedad y gobierno genera una creciente conciencia sobre la necesidad de un cambio. Empuja a muchos activistas a cuestionar el modelo de desarrollo y al sistema político en su conjunto. Paulatinamente, empezamos a entender que el problema va más allá de un individuo o un partido. El sistema está diseñado para beneficiar a ciertos grupos y sobreproteger a una clase política que poco necesita del ciudadano para mantener sus privilegios. Para ellos, el voto es suficiente para actuar a discreción los siguientes tres o seis años.

 

Cada vez hay mejores mecanismos para presionar y evidenciar a la autoridad y mejor información seria sobre la situación en la que se encuentra la nación. Aunque los grandes medios confrontan poco al poder, hoy, con las redes sociales es posible evidenciar las fallas e inconsistencias de los políticos.

 

Tomamos entonces conciencia de las implicaciones de las decisiones de gobierno y podemos verificar la veracidad de propuestas y alegatos de candidatos. Los aspirantes pierden margen de maniobra para esconder sus deficiencias, abusos o errores.

 

Este año se renuevan más de 2000 puestos de elección popular. Nos someterán a millones de spots y noticias de contenido político-electoral. La guerra partidista revelará escándalos de corrupción y sangre que se sumarán a las de la guerra contra el narco. Seguramente se acusarán con pocas pruebas, mínimos resultados judiciales y alto impacto mediático porque en la guerra, en el amor y en las elecciones, todo se vale.

 

Allende la guerra sucia entre contendientes, candidatos y partidos tendrán sombras ciudadanas que los persigan y los pongan en evidencia cuando mientan. Twitter y Facebook serán los principales canales. Será abrumador, pero, una interesantísima experiencia evidenciar todo lo que sabemos que sucede pero nadie reconoce abiertamente.

 

Desconozco el desenlace, pero las reglas del juego electoral serán distintas a las que candidatos e IFE están acostumbrados. Las redes sociales serán de gran utilidad y pueden mostrar que hemos cambiado.

 

De nosotros depende que esta no sea una elección más, de pura corrupción y despilfarro de recursos. Aquí, lo importante es el proceso más que el resultado. Ojalá aprovechemos la oportunidad para instaurar de facto un nuevo estándar electoral y obliguemos a los candidatos a voltear a ver más al ciudadano y menos a las cúpulas. Que entiendan que no sólo de spots vive el votante. Ojalá impongamos mecanismos que los obliguen a pasar del discurso a la acción. No sé si se logre pero lo planteo al menos como deseo de año nuevo.

 

¡Feliz 2012!

 

@cullenaa