Déjeme lanzarle algunas frases sobre lo que se espera para la inversión en México hacia los próximos meses:

 

  • Este año, el país recibirá inversión extranjera directa por 25 mil millones de dólares -sin contar la venta de Comex y de Grupo Modelo a empresas del exterior- es decir, el doble de lo recibido el año pasado y un monto similar al promedio de inversiones que llegó al país en el periodo previo a la crisis global.

 

  • Se atraerán nuevas inversiones extranjeras como resultado de las reformas en energía, en telecomunicaciones, en las reglas de la competencia económica y en el ámbito laboral.

 

  • Para incrementar las inversiones foráneas se incrementarán los porcentajes de inversiones no reservadas al Estado. Habrá inversiones extranjeras a 100% en televisión restringida, internet y banda ancha; se elevará el actual porcentaje de 25% de inversión extranjera en la aviación y de 49% en el transporte marítimo.

 

  • Se abrirán sectores actualmente cerrados a la inversión extranjera, como transporte carretero, venta de gas LP y venta de gasolinas en el país.

 

Todas estas decisiones están siendo evaluadas por los funcionarios del nuevo gobierno para implementarlas próximamente. De hecho, pienso que estas decisiones ya están tomadas en la oficina de Ildefonso Guajardo, el secretario de Economía, y en la oficina presidencial de Los Pinos; porque si no fuera así, la experimentada subsecretaria de Competitividad y Normatividad de la Secretaría de Economía, Rocío Ruiz Chávez, no se lo hubiera dicho a la reportera Ivette Saldaña de El Financiero en una entrevista que se publicó el pasado 9 de abril.

 

Lo que dijo Rocío Ruiz es que con estos cambios que se “cocinan”, pronto podríamos dejar de ver sólo las estaciones de gasolina pintadas de verde con el logo de Pemex en las calles y caminos del país; para que los consumidores también tengan la posibilidad de comprar gasolinas en estaciones propiedad de grandes multinacionales de refinación de combustibles como Shell, Chevron, Exxon Mobil o British Petroleum, por citar algunas, y otras más de capitales nacionales que quieran entrar al negocio de la venta de gasolinas al menudeo.

Lo que habría que ver es si el gobierno de Peña Nieto -más allá de que los extranjeros participen en el negocio de la distribución de las gasolinas de Pemex (que no sería muy atractivo para los grandes capitales)- también contempla la libre importación de gasolinas y su libre determinación de precios, dejando de una vez a un lado los precios oficiales que determina la Secretaría de Hacienda con criterios que nunca han quedado del todo claros.

 

La subsecretaria puso un tema candente en la mesa que estará en la discusión pública a partir de este verano, y de seguro no lo hizo involuntariamente.

 

Déjeme decirle que, más allá de las históricas luchas ideológicas y de los poderosos intereses privados que encierra la política bajo la bandera del nacionalismo, serán los consumidores los primeros en aplaudir cambios de esta naturaleza.

 

Y es que los consumidores de las últimas tres generaciones han olvidado que también tienen derecho a escoger la gasolina que quieran comprar.

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