El guión puede ser referente para alguna compañía de televisión chafa que quiera llevar a la pantalla la historia de un juicio laberíntico, cuyo final sea demostrar la inocencia del acusado.
No sería raro revelar a corto plazo que entre los objetivos que persiguen los defensores legales de Efraín Ríos Montt se encuentre la postulación del ex presidente de Guatemala como candidato al premio Nobel de la Paz.
El guión del absurdo fue protagonizado, quizá, por un personaje de Chespirito. Un buen día, Ríos Montt presentó a sus defensores ante la jueza Yassmin Barros. Todo se trataba de un show, porque si Ríos Montt hubiera sido abogado, lo hubieran acusado de prevaricación debido a que él sabía que a la mitad del camino haría un cambio estratégico. Así fue. En abril pasado presentó a un nuevo defensor: Francisco García Gudiel. ¿Pero por qué razón ocurrió el cambio?
García Gudiel desistió en presentar a su cliente como blanca paloma. Su único objetivo era desestabilizar el proceso a través de Yassmin Barrios. Uno, dos, tres, cuatro y cinco amparos para suspender el proceso. Que si no conocía lo que habían hecho sus antecesores; que si los testigos que señalaron a Ríos Montt como criminal eran actores. Motivos sobraron. Sin embargo, García Gudiel guardó para último momento su As: su enemistad con la jueza Yassmin Barros.
Para lograr el objetivo, García Gudiel requería la “colaboración” de la “suerte”; la siempre proclamada amada por el deseo de los peatones de la historia. En esta ocasión, el magistrado José Molina Barreto, de la Corte Constitucional, decidió desatender los amparos de García Gudiel hasta que la jueza dictó sentencia. No antes. Quizá por insustancial. Sin embargo, la enemistad de García Gudiel con la jueza quizá cobre sentido durante las próximas horas, en el momento en que los defensores de Ríos Montt exijan la destitución de la jueza en el caso por motivos lógicos que deben de imperar en el derecho.
Algo más. Dirán que Barros cometió el delito de prevaricación en contra del Nobel de la Paz.
Dos magistrados de la sala de amparos desistieron en seguir los dictados de José Molina Barreto: Gloria Porras y Mauro Chacón. Sin embargo, dos más asintieron la decisión: Héctor Hugo Pérez y Alejandro Maldonado. El héroe de la película es García Gudiel. Un abogado de su equipo, Luis Rosales, dijo que visitó a su cliente en el hospital y que las primeras palabras no contenían fonética de felicidad: “El juicio continúa”. Por supuesto que la celebración de Ríos Montt junto a sus familiares tuvo que ser escuchada en todo el piso del hospital.
Habrá nueva sentencia; habrá nuevos testigos; y seguramente habrá nuevos jueces que se encarguen de calificar el juicio. Ríos Montt podrá viajar a Antigua para recorrer sus calles llenas de indígenas sin el mayor de los problemas. Muchos lo quieren a Ríos Montt. Otros tantos no lo soportan.
Los poderes fácticos son audaces y les sobra mucha imaginación. Tanta, que pueden armar un reality show en el interior de los juzgados. Ahora, a la jueza Yassmin Barrios le tocó perder. Saldrá de la casa del Gran Hermano. Unos le aplaudirán. Otros, como García Gudiel, se encargarán de señalar que nadie debe de estar por encima de la ley. Se morderá la lengua. Se vale. Otros dirán que Ríos Montt tendrá que ser postulado a contender por el premio Nobel de la Paz. Se vale. Todo se vale cuando se desdibuja la historia en beneficio discrecional de una sola persona, que en este caso, había recibido una condena de 80 años de cárcel, 50 por genocidio y 30 por crímenes de lesa humanidad.
El pasado lunes, la demanda por champaña en Guatemala se incrementó 100 por ciento. Motivos sobran. Nos dirán.