Los 15 mil 575 kilómetros que separan a Kuala Lumpur, la capital de Malasia, y la Ciudad de México, se recorren -dicen- en unas nueve horas y ese periplo deberán recorrer con más frecuencia políticos, empresarios, técnicos, estudiantes y productos de ambos países. Situada en el corazón del sureste asiático, Malasia es, con Vietnam, Tailandia, Indonesia, Singapur, Filipinas y Camboya, una de las economías emergentes protagonistas en Asia-Pacífico, según el geopolitólogo Miguel García Reyes.
El auge económico, comercial, financiero y tecnológico de los países que forman la región Asia-Pacífico logró consolidarla como el epicentro global del poder. García Reyes recuerda que hace ya varios lustros que el destino de los grandes negocios financieros, y los dinámicos procesos macroeconómicos y comerciales del mundo, ahora se gestan en aquella región del planeta en la que México comienza a maniobrar. Para alcanzar éxitos geopolíticos, México encuentra en Asia-Pacífico a Malasia, su amigo desde 1974 cuando formalizaron sus relaciones diplomáticas.
Ese país, que reparte su territorio en una península y una isla cuya zona occidental está en la ruta de navegación más estratégica del planeta: el Estrecho de Malaca. En promedio, por ese pasaje marítimo transitan al día 150 embarcaciones (buques-cisterna, navíos con miles de contendores o barcos militares) que de ahí pasan al mar de China, el océano Índico o a Europa por el canal de Suez. Malasia, la tierra imaginaria de Sandokan, el personaje de Emilio Salgari, se independizó de Gran Bretaña en 1957 y desde entonces la gobierna el partido Barisan Nacional, que apenas el 6 de mayo pasado refrendó su victoria electoral.
Tras su independencia, transitó de ser una sociedad agrícola a una industrial y recientemente avanza hacia una economía del conocimiento; paradójicamente, tras la crisis económica de 1997, los malayos volvieron a la agricultura y le dieron un enfoque industrial. Por esa política, en 1999 creció a 4.5% y en 2004 logró 7%.
El próximo año México y Malasia celebrarán 40 años de relaciones diplomáticas y aunque han suscrito convenios sobre transporte y colaboración financiera, intercambio cultural, tecnológico y científico, su intercambio está muy por debajo de su verdadero potencial. Aunque David Ávila, el secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores Asia-Pacífico del Senado, sostuvo en abril pasado que Malasia es “clave” en las relaciones internacionales de México en esa región, datos de la Secretaría de Economía revelan que a junio de 2012 la exportación de bienes sólo representaba 94 millones 843 mil 402 dólares.
En 2007 el producto de exportación de mayor valor fue el carbonato de estroncio (un millón 678 mil 938 dólares), mientras que en 2012 el ingreso disminuyó a 837 mil 99 dólares. Ese mineral, extraído de las minas de Coahuila, se usa para fabricar pantallas de cristal líquido, cerámica para vajillas, pirotecnia y señalización con fines civiles y militares, así como para imanes en motores automotrices. A Malasia llega cerveza de malta mexicana. Sin embargo, en 2012 sólo ingresaron al país 127 mil 497 dólares por su venta contra 813 mil 731 de 2007.
Malasia, la península-isla de Asia-Pacífico, produce 51% del aceite de palma del mundo y exporta a México prendas textiles, maderas, caucho, partes y componentes automotrices. Ese intercambio en mercancías se compensa con un creciente interés mutuo por conocerse, recorrer sus espacios y diseñar un camino en común para esta primera parte del siglo XXI.