Su voz, figura y trabajo están impregnados de una gran seguridad. De no ser porque porta jeans desgastados, camisola suelta y alpargatas, podría confundirse con un docto neurocirujano o con un mecatrónico, en vez de con un pintor, aunado a que se define como: “de la razón” o “sin fracasos ni arrepentimientos”.

 

Sus cuadros se ven tan bien hechecitos que da miedo aproximarles la nariz, y es cuando el neófito pregunta si alguna vez ha tirado a la basura un lienzo que le quedara mal.

 

“Claro que no”, acota, “mi proceso se basa en una minuciosa reflexión de lo que voy a hacer, hago dibujos precisos, y trato de que no equivocarme para no corregir nada”.

 

¿Todo fríamente calculado? “Todo”.

 

Así es Santiago Carbonell, quien recibe a 24 HORAS en la galería Alfredo Ginocchio, donde lo acompañan diez representaciones en gran formato, óleo sobre lino, de una misma espalda femenina desnuda; de una de las modelos que eventualmente convoca mediante anuncios en la red social: “modelo femenina sin vergüenzas ni escrúpulos; modelo masculino delgado con cara de Cristo, no para crucificarlo sino para pintarlo”, se lee en uno.

 

Carbonell, “símbolo de la pintura realista contemporánea de tradición clásica”, según lo cataloga su expositor, nació en Quito, Ecuador, en 1960; partió de niño hacia Barcelona, España, en donde adquirió la técnica y el acento con los que llegó a México hace 26 años, estableciéndose en la ciudad de Querétaro; “lo suficientemente tranquila para trabajar, lo suficientemente grande para no aburrirme”.

 

Cotizado mundialmente por sus precisos retratos, especialmente de damas tan espigadas como semidesnudas, ha ganado fama aleatoria en México por la realización en 2010 de un mural para el edificio de la Suprema Corte de Justicia, así como por haber pintado a dos caballeros mexicanos, estos sí muy bien vestidos: los ex presidentes Ernesto Zedillo (“el hombre me ponía nervioso”) y de Felipe Calderón, de quien “ni fu ni fa”.

 

Preciso como lo es en todo, Carbonell defiende su estilo y actividad profesional en dos tiempos: “pinto lo que me da la gana” y “a la única que le rindo cuentas es a la diosa Pintura”.

¿Cómo enfrentó en 2010 la responsabilidad de crear un mural en los pasillos de la Suprema Corte?

 

Creo que el tema de la justicia, no solamente en México, sino en todo el mundo, es apenas una aspiración; es igual que la belleza o el amor. Aspiraciones como las que podría darte el horizonte del mar, que piensas que tienes cerca pero del que más te alejas. Justicia o igualdad son palabras bonitas pero, para mí, como esas partículas subatómicas que cuando las estudias cambian su composición. Por lo que respecta al mural, la experiencia en la Corte fue muy gratificante: desde que firmé el contrato, los ministros, casi al unísono, me dijeron: mira Santiago, aquí respetamos la libertad de expresión y puedes pintar lo que te dé la gana, cosa que hice.

 

¿No sintió la tentación de hacer alguna travesura… como las que hacía Rivera: “Dios no existe” o cosas así?

 

Bueno, el mural sí tiene travesuras, lo que pasa es que están muy escondidas y a lo mejor nadie se ha dado cuenta de éstas. Hay cositas escritas por ahí, pero hay que buscarlas.

 

¿Qué sabor de boca le quedó, cuando tras pintar al ex presidente Felipe Calderón le cayó encima la crítica de sus detractores políticos?

 

La verdad, me encantó esa forma de expresión. El derecho de opinar, inclusive el del pataleo, son valores, de modo que no pude más que estar contento. A veces, claro, no te gustará que te mienten la madre, pero al final de cuentas toda opinión, tanto constructiva como destructiva, es buena. ¿Por qué hice ese trabajo? Pues yo me dedico a trabajar, y a la única que le doy explicaciones es a la diosa pintura, que por cierto es a veces un poco cruel con los artistas.

 

Para la colección de Los Pinos, ya había pintado en 1999 a Ernesto Zedillo, de modo que quizá recordará algunas diferencias.

 

Te puedo decir que Zedillo, en pleno periodo priista, te apantallaba más, se notaba mucho aquél poder; era un personaje que te inhibía y ponía nervioso. Mientras tanto, el presidente Calderón, la verdad que ni fu ni fa, y no le recuerdo nada que me llamara la atención.

 

Para hablar de su obra, me permití traer conmigo las preguntas de 6 artistas. La primera es del pintor yucateco Alekxey Sabido, residente en Miami, ¿No se aburre de pintar estilo realista? Dice él que desde que se inventó la foto, el realismo perdió razón de existir, para volverse “oropel, artesanía, habilidad técnica o kitsch”, y que esa pintura se volvió: “contemplativa y floja”.

 

Yo le respondería al estimado pintor que si no se cansa de ser él mismo. Yo no me canso de ser yo, porque entonces me suicido. El arte es expresión de uno mismo. Ridículo es que un artista quiera, por cliché, ser lo que no es, sea por moda o convencimiento. Ponernos a emitir opiniones, pontificar sobre arte y sobre lo que es válido o no, es una discusión como de los años 30. Hoy, gracias al trabajo de muchos pintores que lucharon para gozar de libertad, decimos que tenemos derecho de pintar lo que se nos dé la gana, inclusive de no pintar. Andar por la vida condenando estilos, sería algo fascistoide. A lo mejor, Miami le está afectando un poco a este colega.

 

Verónica Rodríguez, estudiante de La Esmeralda, pregunta: ¿qué satisfacción le da ese estilo en el que ha permanecido tanto tiempo? ¿No le gustan los retos?

 

No… en realidad yo no soy un pintor revolucionario, sino más bien un pintor evolucionario. Desde joven me di cuenta que es bastante satisfactorio hacer en la vida lo que te guste y lo que sabes que haces muy bien. Antes, hice otras cosas, hasta teatro, pero me di cuenta de que dibujar bien, expresarme bien, sería mi lenguaje. Y no me cansa ni me obsesiono. La pintura, como cualquier arte, es oficio, quehacer vivencial y tampoco me la tomo demasiado en serio. Hay otras cosas, tales como la vida o los valores, que son más fundamentales.

 

El pintor Carlos Castillo piensa que la crítica al realismo proviene de quienes reprobaron materias como dibujo…

 

No estoy totalmente de acuerdo, aunque entiendo lo que quiere decir: sin duda que en el arte contemporáneo hay improvisación, mucho fiasco o gato por liebre. Pero hay que ver que fiascos también había en el Renacimiento. Pero dejaría la discusión, apostando a la pluralidad. Yo tengo amigos pintores, abstractos o conceptuales y nos llevamos muy bien. Jamás entramos a una discusión que sería como del siglo XIX, donde les gustaba jalarse de las greñas.

 

¿Qué opina del minimalismo en la arquitectura?, pregunta la escultora Juanamaché Méndez.

 

De hecho, el minimalismo ya está en su final y la tendencia va hacia la sustentabilidad, a hacer lugares agradables, más verdes, humanos, guiados hacia la naturaleza. Sí creo que los arquitectos minimalistas pecaron de soberbios, al meter enormes muros blancos o ventanales y despojar de cuadros y esculturas los entornos. Felizmente, ya hay un renacimiento para llevar el arte a casa e involucrarlo en tu vida cotidiana.

 

El fotógrafo Alberto Castro pregunta si el realismo busca ser mejor que la foto.

 

 

Yo trabajo con modelo al natural, pero también lo hago con fotografías que tomo a esas modelos. Puedo decir que la diferencia entre fotografía y pintura radica más bien en la emoción visual que nos provocan ambas cosas, que son diferentes y separadas. La fotografía capta el instante mientras que el proceso pictórico el momento reflexivo. Puedes dedicar 200 horas a mirar un cuadro, pero no creo alguien aguante tanto tiempo mirando una foto.

 

Una artista anónima pregunta por qué no pinta hombres desnudos ¿acaso no cree en la equidad de género?

 

Bueno… sí pinto hombres. Me viene a la mente que una vez estuve con Joan Manuel Serrat, quien me contaba que él odia su canción: Penélope, porque se la hacen repetir en todos los conciertos. Con esto digo que a los artistas nos conocen a veces por cierta obra y no por la totalidad de ésta. Sin duda que he pintado más mujeres que hombres, pero no pinto por equidad de género; me gustan las dos anatomías. Sin embargo, me permito reiterar que para mí el gran protagonista del siglo XX ha sido la mujer. Anteriormente, una mujer esclavizada, un objeto sexual. Por ello, pinto figuras totémicas de lo femenino o lo femenino llevado a su esencia. Para mí las mujeres son divinidades.

 

DATO

 

La muestra Untitled, de Santiago Carbonell, se expone durante junio en la Galería Alfredo Ginocchio, ubicada en Arquímedes 175, Polanco, México, DF. www.ginocchiogaleria.com

 

Para ver los videos haz click aquí

 

“Me considero un pintor de la razón”: Entrevista con Santiago Carbonell (1 parte)

 

“Me considero un pintor de la razón”: Entrevista con Santiago Carbonell (2 parte)