Hay temas de orden público que se conversan con los altos y medianos funcionarios en los pasillos, off the record, al margen del discurso y del protocolo oficial. Son los asuntos no revelados, que algunos burócratas quisieran gritar, pero que por razones de toda índole deben callar.
Alguna vez uno de estos altos funcionarios del Banco de México –del que prefiero guardar su identidad por algunas de esas misteriosas razones de las lealtades mal entendidas- me decía en voz baja que la falta de cultura de transparencia y de rendición de cuentas en sus altos funcionarios era, en buena medida, culpa de los periodistas.
Evidentemente que me sentí aludido y casi enojado le pregunté ¿por qué? Su respuesta me lanzó un reto a bocajarro, “porque son ustedes los que debiendo preguntar, investigar, analizar, y publicar sobre lo que ocurre aquí, no lo hacen; y eso le hace mucho daño al banco central”.
Se me quitó la rabia en un santiamén y mientras que asentía dándole la razón me hice un montón de preguntas: ¿Cuántas veces he leído en la prensa mexicana alguna noticia o reportaje sobre lo que ocurre al interior del Banco de México? ¿Cuántos periodistas leen el informe trimestral de la inflación o quizá el informe anual que publica el Banco de México para ofrecer información no solo sobre la marcha macroeconómica del país, sino sobre el propio desempeño del banco central? ¿Acaso los periodistas se han preguntado si los senadores de la República –los encargados de pedirle cuentas a la Junta de Gobierno del banco central- hacen efectivamente su tarea de pedir cuentas con profesionalismo? ¿Acaso estos senadores se habrán percatado siquiera que en la última década nunca se ha tenido una inflación siquiera cercana al 3% anual como lo ha ofrecido desde hace años la Junta de Gobierno del Banco de México? ¿Acaso se ha pedido cuentas de ello? ¿Habrá alguien a quien le importe informar sobre los resultados financieros del Banco de México, su balance o su estado de resultados?
Las preguntas sobran porque –como dijo aquel funcionario- periodísticamente hablando una institución de la trascendencia del Banco de México está ‘abandonado’. Más allá de las convocatorias a los periodistas para las tradicionales ruedas de prensa, el Banco de México solo es asunto de los medios cuando su gobernador lanza uno de los chascarrillos a los que ya nos tiene acostumbrados.
Y sí, estoy seguro que tendremos una mejor institución de banca central cuando los periodistas pongamos atención en él. Cuando se ponga en la mesa del debate que la autonomía bien ganada en 1993, también debe implicar una institución más abierta, más transparente, con mayor rendición de cuentas, con un ejercicio pulcro del gasto de los recursos públicos y de la toma de decisiones en su interior.
Cuando los periodistas se pregunten por qué un miembro de la Junta de Gobierno debe obtener más de 800 mil pesos de aguinaldo, alrededor de 300 mil pesos en ayuda para despensa, además de elevados salarios y un plan de pensiones que no tiene igual en el sector público.
Esas preguntas, esas críticas, esos contrapuntos y esos debates que le dan sentido a la existencia del periodista especializado, enriquecen la vida pública y darán como resultado –sin duda- una mejor institución de banca central.
De eso se trata el periodismo económico.
samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com
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