BRASILIA. En Brasil los ciudadanos están participando en las mayores manifestaciones desde que concluyó la dictadura de 1964-1985 debido a la mala calidad del transporte público, la atención médica, la enseñanza y la seguridad pública, pese al gran aumento de los impuestos. Se espera que haya más manifestaciones el martes.

 

Alrededor de 250 mil personas llenaron el lunes las calles en manifestaciones mayormente pacíficas en al menos ocho grandes ciudades. Empero, en Río de Janeiro y Belo Horizonte hubo incidentes de vandalismo y cargas de la policía que dejaron varios heridos.

 

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó ayer que “la voz de la calle tiene que ser escuchada” y dijo que las multitudes que han salido a protestar en demandas de mejores servicios han “enviado un mensaje directo a los gobernantes”.

 

Pese a episodios violentos aislados durante las manifestaciones, que este lunes ocuparon decenas de ciudades y en las que se calcula que participaron unas 250 mil personas, Rousseff sostuvo que las protestas “demuestran el valor de la democracia” y revelan que “los ciudadanos están a la búsqueda de sus derechos”.

 

En sus primeras declaraciones públicas sobre las protestas que desde casi diez días se expanden por el país, la jefa de Estado condenó los episodios de violencia, pero destacó que la mayoría de las manifestaciones se desarrolló pacíficamente.

 

Valoró el “espíritu pacífico de las personas que el lunes fueron a las calles democráticamente” en una movilización que “supera los mecanismos tradicionales de las instituciones, partidos políticos o sindicatos”.

 

Según Rousseff, “las manifestaciones comprueban la grandeza de nuestra democracia y el civismo de nuestra población” y suponen “un mensaje directo a los gobernantes en todas las instancias”.

 

Las demandas de la población “por ciudadanía, mejores escuelas, hospitales, transporte público de calidad y a un precio justo, por el derecho a influir en las decisiones de los Gobiernos, en repudio de la corrupción y el desvío de dinero público, comprueba el valor intrínseco de la democracia”, afirmó.

 

“Mi generación sabe cuánto costó llegar a esto”, apuntó Rousseff, quien durante su juventud militó en organizaciones de izquierda que se alzaron en armas contra la dictadura que gobernaba entonces, por lo que estuvo más de dos años presa y fue sometida a torturas.

 

En su declaración, durante un acto público celebrado en el Palacio presidencial de Planalto, Rousseff aseguró que el Gobierno “está empeñado en la transformación social” que reclama “la voz de las calles” y dijo que fruto de ese esfuerzo unos 40 millones de personas han salido de la pobreza en la última década.

 

Sus únicas palabras de condena fueron para los episodios de violencia, de los cuales dijo que “no ensombrecen de ninguna manera el espíritu pacífico” de las protestas.

 

Por lo pronto el alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, recibió ayer a miembros del movimiento que ha convocado las protestas contra el alza del transporte público en Brasil y, aunque dijo “entender” sus demandas, afirmó que es “imposible” anular la subida.

 

Según Haddad, reducir la tasa de aumento establecida, congelar las tarifas en los niveles anteriores o aceptar las exigencias de transporte “gratuito” de los manifestantes “desequilibraría las cuentas municipales”.

 

En Sao Paulo, el billete de autobús o de metro costaba hasta principios de mes 3 reales (unos 1,5 dólares) y el Ayuntamiento lo subió a 3,2 reales (unos 1,6 dólares), lo que desencadenó las protestas que comenzaron en esa ciudad y se han extendido por buena parte del país.