“Hoy el gobierno vuelve a acercarse a los científicos porque cree en ellos y cree en la ciencia como palanca de desarrollo”, con estas palabras, pronunciadas el pasado jueves con motivo del 54 año académico en la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayfett, dio en sentido figurado una “vuelta de página” a décadas de una marcada distancia entre las comunidades de ciencia, tecnología e innovación (CTI), los tomadores de decisión y el resto de la clase política de México.
Muchos de quienes presenciamos la ceremonia cruzamos una mirada de esperanza y duda: “¿será verdad que ahora sí se estrechará esa relación tan necesaria para el país?” Razones para alimentar el escepticismo no faltan. Las hay provenientes de nuestra experiencia histórica pero también de las decisiones que una y otra vez se han quedado en planteamientos, promesas de campaña, documentos y hasta en la creación de instituciones y organizaciones que luego gravitan en una especie de limbo inoperante.
Por ejemplo, el artículo 9 Bis de la Ley de Ciencia y Tecnología estipula que el monto anual para “investigación científica y desarrollo tecnológico deberá ser tal que el gasto nacional en este rubro no podrá ser menor al 1% del Producto Interno Bruto (PIB) del país”, y tal disposición jamás se ha cumplido.
¿Y qué decir respecto de instancias como el Consejo General de Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación (CGICDTI), una especie de gabinete de CTI que según la citada ley debe reunirse cuando menos 2 veces por año a convocatoria del Jefe del Ejecutivo? En los dos anteriores sexenios hubo cuatro reuniones; la última, en septiembre de 2008.
¿Cómo no anotar que el país carece de una Secretaría de CTI federal y que en sólo tres de sus 32 entidades (Morelos, DF y Jalisco, por orden de aparición) se han creado este tipo de ministerios, tan imprescindibles si es que, como se ha repetido incesantemente, en verdad se considera al conocimiento científico, tecnológico y para la innovación como la mejor vía al desarrollo económico y social?
Es justo anotar que también hay razones para confiar en que ahora sí hay rumbo, como es el hecho de que en el Plan Nacional de Desarrollo, la CTI figure en uno de sus capítulos: México con educación de calidad. Ahí se plasman compromisos que, de realizarse, ayudarán a encaminar al país hacia la economía y la sociedad del conocimiento. Otro tanto ocurre con la Coordinación de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Presidencia, que, entre otras tareas, fortalecerá al CGICDTI.
Del lado de las comunidades de CTI hay también una serie de planteamientos valiosos, plasmados en documentos como la Agenda Nacional de CTI, impulsada por más de 60 instituciones y organizaciones, entre las que están la casi totalidad de las universidades públicas y privadas del país, así como las cúpulas del sector productivo y la sociedad civil.
También destacan acciones como la Agenda Ciudadana o la serie de espacios de discusión interaCTIv@ del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT), algunos de cuyos propósitos son: generar consensos para enriquecer las políticas públicas, coadyuvar a identificar capacidades regionales, vincular mejor la academia con la empresa y contribuir a un mejor diseño del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (PECiTI 2013-2037), de modo que la CTI apalanque el crecimiento del país y provea una mejor calidad de vida para todos.
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