Tras una semana de intensas protestas en la plaza Tahrir de El Cairo el presidente egipcio Mohammed Morsi, líder de los Hermanos Musulmanes, fue depuesto del poder el pasado 3 de julio por el ejército, mismo que dio a conocer a través del general Abdul Fattah Al-Sisi que Morsi saldría de funciones y sería sustituido por un gobierno de tecnócratas.

 

El golpe de Estado al gobierno de Morsi sucedió tras la rotunda negativa del presidente a dimitir y cederle el poder al Parlamento, sumado a la creciente inseguridad, malestar en las instituciones, endeble economía y falta de diálogo con los grupos opositores.

 

Cualesquiera que sea el futuro de Egipto, las mujeres han sido las más afectadas durante la corta pero explosiva rebelión anti-Morsi. Human Right Watch (HRW) reportó que desde que iniciaron las revueltas el 30 de junio, se han registrado 100 casos de violaciones sexuales contra las mujeres manifestantes en la Plaza Tahrir.

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Previo al golpe una periodista holandesa de 22 años, fue violada en la Plaza Tahrir cuando cubría la rebelión. Fue hospitalizada y sometida a una cirugía después del ataque.

 

Lamentablemente el acoso y la violencia sexual es una realidad cotidiana para las mujeres egipcias. Un estudio publicado en mayo sobre Igualdad de Género de la ONU informó que el 99.3% de las mujeres egipcias habían experimentado alguna forma de violencia sexual. El hecho de que numerosos regímenes han ignorado esta situación ha contribuido a fomentar una cultura de la impunidad.

 

Pese a los altos niveles de agresiones sexuales las mujeres asisten a las protestas e incluso son parte importante del movimiento juvenil Tamarrod (Rebélate, en árabe), que acusó al gobierno de Morsi de no hacer frente a la inseguridad que ha asolado al país desde la revolución de 2011 que derrocó a Mubarak.

 

Gran parte de los hombres detrás de las agresiones sexuales son miembros de los Hermanos Musulmanes, el partido de Morsi, mientras que otros son miembros de las fuerzas armadas o de la policía, en algunos otros casos son “revolucionarios”. Lo cual deja ver la vulnerabilidad en la que se encuentran las mujeres.

 

La prevalencia de la violencia contra la mujer en Egipto ha aumentado desde que los Hermanos Musulmanes tomaron el poder, y no es de extrañar teniendo en cuenta que el espíritu fundacional del partido es que las mujeres deben permanecer dentro de sus casas, excluyéndola de toda posibilidad de participación política.

 

En febrero, el predicador salafista egipcio Abu Islam, también conocido como Ahmad Mahmoud Abdullahm, condenó a las mujeres que protestaban en la Plaza Tahrir, diciendo que “no tienen vergüenza y quieren ser violadas”.

 

Lo que queda claro es que las violaciones sexuales cometidas contra las mujeres son un arma de exclusion para la participación política femenina, arrebatándoles la capacidad de hacer valer sus derechos de ciudadanas al participar en protestas junto a sus pares masculinos.

 

Pero a pesar de las amenazas, las mujeres han seguido llegando a la plaza Tahrir, para celebrar la expulsión del Morsi. Su celebración demuestra que estas mujeres seguirán exigiendo su lugar en el futuro gobierno de Egipto, sin importar las consecuencias.