El pasado martes 2 de julio, convocados por el arquitecto José María Gutiérrez, llevamos a cabo la novena reunión de trabajo del Seminario de Habitabilidad de la Academia Nacional de Arquitectura, muy oportunamente dado el momento de revisión -o bien “asimilación”- que vivimos en México en cuanto a la Política Nacional de Vivienda 2013.
Tenemos una Secretaría nueva de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), que apuntalada en dos subsecretarías -una de Desarrollo Agrario y otra de Desarrollo Urbano y Vivienda- promete acaso promover orden:
“La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano se encarga de proporcionar certeza jurídica en la tenencia de la tierra a la población objetivo, a través del impulso al ordenamiento territorial y la regularización de la propiedad rural, así como elaborar políticas públicas que fomenten el acceso a la justicia y el desarrollo agrario integral”.
Mediante cuatro estrategias resumidas en cierta visión de colaboración interinstitucional, el tránsito a un modelo de Desarrollo Urbano Sustentable, la reducción del rezago de la vivienda con espacios nuevos y mejoramientos anuales y la producción de una vivienda digna para los mexicanos de escasos recursos con acciones de más mejoramiento y de vivienda rural.Este es, muy resumidamente, el diagnóstico inicial del arquitecto Gutiérrez.
El término habitabilidad está magnéticamente asociado a la vivienda, y ante los anhelos expuestos arriba resulta difícil ponerse en otra posición, por ahora.
El arquitecto Javier Canales, de gran trayectoria en vivienda y obra pública, me explicaba recientemente lo que percibimos como la metamorfosis del paisaje periférico y la degradación de la ciudad.
Se trata de un fenómeno mezquino y maquinizado por adquisiciones de tierra a precio bajísimo, desarrollada y demasiado bien vendida con mecanismos de crédito hipotecario que derivan en propiedades pseudo-viviendas que hoy valen menos de lo bajísimo: guetos abandonados, tugurios de violencia, que no nacieron de la informalidad sino de la adictiva voracidad inmobiliaria de la periferia suburbana.
El problema es ciertamente complejísimo pero, si bien la nueva Sedatu ha anunciado ciertos rescates de casas abandonadas, ¿habría algún tratamiento a la enfermedad? ¿Cabe preguntarse cómo se regenera aquello?
Ya lo creo, está en nuestra naturaleza de arquitectos componer el mundo, ¿y si en vez de remediar, planeásemos mejor? Esa tendencia a olvidar lo interdisciplinario acaso merma nuestro potencial regenerativo… y así; si el hubiera no existe, ¿el paisaje tampoco? ¿Era el paisaje “mega-territorio” en potencia?
El arquitecto Mario Alejandro Gaytán presentó una propuesta de Plan de Acción Inmediata, a manera de anteproyecto prefigurado para recibir observaciones y consideraciones adicionales llamado “Ciudades Compactas”, en donde se plantean posiciones -ahora sí- metropolitanas y de barrio como estrategia probada de mejoramiento de la vivienda desde las condiciones de su emplazamiento (necesariamente urbano), y una propuesta de metodología de estudio para proyectos ideales que contempla temas como la reserva territorial, vialidad, transporte urbano, manejo de desechos, espacios verdes, vivienda o uso del suelo.
Otro buen punto de partida que promueve Repensar el marco jurídico e institucional de la habitabilidad, Promover la Ciudad Compacta (ver texto Distancias Caminables del pasado 15 de mayo en esta columna), Garantizar la calidad del espacio habitable, Reconocer y fortalecer la sustentabilidad social, y no menos importante, Formar al Profesional de la Habitabilidad.
Al tenor de esta iniciativa y de las anteriores que integran considerable producción intelectual de arquitectos de este Seminario de la Academia Nacional de Arquitectura, hoy se revisará durante la décima reunión la versión final de un documento-propuesta (que se presentará a las autoridades correspondientes) que servirá para instrumentar la garantía de un espacio más digno y habitable para nuestra sociedad.
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