No necesitaba mucho, pero Margarita Zavala ha resucitado.

 

En un ambiente tan árido y confrontado, el PAN, la esposa de Felipe Calderón ha encontrado campo fértil para intervenir más en la vida interna del partido y abrirse espacio entre las corrientes en pugna.

 

Resulta extraño, pero no la ven como alfil del ex presidente ni polariza como sí lo hacen otros calderonistas: Ernesto Cordero y Javier Lozano, por citar a dos senadores enfrentados al dirigente Gustavo Madero.

 

Salvo en Baja California, donde la dejaron sin luz ni sonido cuando hablaba en un acto de Francisco Vega, a la señora Zavala le ha ido bien en términos generales en sus apariciones públicas y por eso ya habla abiertamente de aspirar a la presidencia panista.

 

Desde ahora lleva ventaja sobre otros aspirantes, y son muchos:

 

Madero trabaja para su reelección, pero construye la candidatura alterna de Santiago Creel por si al final hay complicaciones severas con sus adversarios internos.

 

Juan Manuel Oliva aglutinaba apoyos cuando de repente su panorama se oscureció con los cambios a los estatutos -elección abierta a la militancia y no limitada a los consejeros-, la eventual reelección maderista y los escándalos por supuestos desvíos en Guanajuato durante su administración.

 

Luis Felipe Bravo Mena se ofrece como vía conciliatoria, pero muchos lo ven con recelo.

 

Y Ernesto Cordero lideraba la corriente calderonista en busca de un candidato de unidad anti-maderista… cuando reapareció Margarita Zavala.

 

Con tantos intereses en ristra, el panorama azul empieza a cambiar.

 

EL ERROR DE MEDIRSE AL PEJE EN PLAZAS

 

Distinta realidad vive Marcelo Ebrard.

 

Su acto para presentar la nueva tribu perredista, Movimiento Progresista, lo colocó en una circunstancia muy distinta a Margarita Zavala.

 

Escasa convocatoria, ausencia de quienes se decían suyos y lo adulaban, rechazo abierto de sus enemigos, falta de equipo para competir con posibilidades de éxito por el liderazgo del PRD y en cinco años por la Presidencia de la República…

 

De nada sirvió la campaña de sus escasos leales para acarrearle gente de alto nivel.

 

Hasta sus estrategas de comunicación fracasaron en la difusión.

 

No acudió ninguno de los gobernantes perredistas, a pesar de haber sido invitados con oportunidad y cortesía y, por si hacía falta ilustrar el alejamiento, Miguel Mancera negó ayer la posibilidad de incorporarse no nada más a la tribu de Ebrard, sino al PRD.

 

Quien sí estuvo, y no para darle lucimiento sino para marcar límites al ex jefe de Gobierno, fue el dirigente Jesús Zambrano.

 

Por eso los asistentes salieron del hotel sede con una certidumbre: Ebrard pasó de gobernar la capital del país a ser la cabeza de un grupo opositor a la reforma energética, cuyo destino es colocarse a la cola del movimiento de Andrés López.

 

El tabasqueño sí es líder y todos veremos cuando se midan en las plazas públicas.

 

LAS LEALTADES ESTÁN HOY CON MANCERA

 

Los organizadores del acto de Marcelo Ebrard erraron al esperar a funcionarios capitalinos.

 

Miguel Mancera tuvo el cuidado de dejar o reubicar a muy pocos colaboradores de su antecesor en la estructura del GDF, según se comprobó.

 

Miguel Mancera fue candidato a jefe de Gobierno cuando Ebrard se quedó sin cartas porque descalificó a dos de ellas -Alejandra Barrales y Carlos Navarrete- y no creció su delfín, Mario Delgado.

 

Héctor Serrano repite en la Secretaría de Gobierno pero es más leal a Mancera.

 

El secretario de Seguridad Pública, Jesús Rodríguez, fue procurador por Mancera.

 

Joel Ortega, del Metro, no puede ver a Ebrard ni en retrato porque lo despidió tras el fallido operativo del News Divine.

 

Enrique Ahued repite en Salud gracias a Manuel Mondragón y Kalb.

 

Ausente estuvo también Elías Miguel Moreno Brizuela, ex de Protección.

 

Ni siquiera se apareció Jesús Valencia, el único jefe delegacional supuestamente cercano a Ebrard.

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