Eric Schmidt, número uno de Google, ya es el hombre más informado del mundo (en el adverbio de cantidad subyace la ausencia remota de calidad). Por las mañanas se coloca sus Google Glass y de manera inmediata ingresa al videojuego hiperrealista sin parangón alguno. La premisa básica de los lentes inteligentes es que toda piedra, por banal o ridícula que fuere, contiene información que para un grupo de frikis podría resultar vital. Por ejemplo, desplegar en el interior de los lentes la carta del nuevo restaurante de la esquina para conocer los platillos y sus respectivos precios.

 

Desde el nacimiento de Google, supimos que su misión era convertir a la información en un bien hípernecesario, inclusive, los contenidos que conllevan a la infoxicación, es decir, los flujos de producción informativa que poco aportan a los consumidores de noticias. Para ello, Eric Schmidt necesitaba de la complicidad de una de las agencias de la banalidad más potente del mundo: Twitter.

 

Hasta hace no muchos años, Ignacio Ramonet (Le Monde Diplomatique) analizó el modelo mutante de poderes; del famoso cuarto poder de los medios pasó a un escenario gobernado por el poder económico (así debutaba este poder, hoy encabezado por Slim, Buffett, Gates y Ortega) seguido por los poderes mediático y político. Se hablaba, hacia finales del siglo pasado que el único personaje que concentraba a los tres poderes era Silvio Berlusconi.

 

Hoy, el modelo de Ramonet resulta un tanto anquilosado. El metapoder de Google se vincula con los tres poderes convencionales, y en ocasiones los subyuga. Google es una metáfora-poder cuyo significado primigenio es “obtención de información” y lo aplica, por ejemplo, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).

 

En el pasado cercano, se instaló una correlación negativa sobre los efectos de Google en la demanda de información a través de periódicos: a mayor penetración de Google, la demanda por periódicos decrece, y al hacerlo, las externalidades negativas se multiplican.

 

Un ejemplo es la crisis que sufren las agencias de información. La italiana NSA se encuentra cerrando su servicio exterior; la portuguesa LUSA está en remate; la alemana DAPD decidió suspender pagos de su deuda; y los ingresos de la española EFE cayeron 36% en lo que va de la crisis.

 

De la complicidad con Twitter, el sustituto perfectamente banal de las agencias de información, Google ha encontrado materia prima (información) de “primera mano”, es decir de los cibernautas o amantes de los teléfonos inteligentes.

 

Por ejemplo, el pasado domingo, el periódico El Mundo no necesitó de una agencia de noticias para publicar un tuit escrito por Juan José Gafo @jcgafo, director adjunto (hasta la noche del viernes) de la Oficina de Gobierno para la Marca España: “Catalanes de mierda. No se merecen nada”. ¿Qué motivó a escribir el tuit? “Estaba viendo el Mundial (de natación que se celebra en Barcelona) y de repente oí cómo pitaban al himno español. Me molestó mucho, porque pensé que hay que respetar todos los símbolos (…) Pero me calenté y escribí eso en twitter”. La noche del sábado @jcgafo ya no era director adjunto. Dimitió. Escribió en su cuenta: “Pido disculpas a los catalanea (sic). Fue un error y pido perdon (sic) por mis afirmaciones. Dejare (sic) Marca España. Los q (sic) me conocen saben q (sic) no pienso así”.

 

Una de las premisas básicas de la filosofía gugliana la reveló el propio Eric Schmidt a The Laura Flanders Show: “Si estás haciendo algo que no quieres que esté en internet, entonces no deberías hacerlo”. Evidentemente la respuesta de Schmidt formará parte del decálogo del nuevo gobierno Global de la Obtención de la Información (GOI), cuya Constitución redactan Julian Assange y Edward Snowden.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *