RÍO DE JANEIRO. El encuentro entre la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, y Francisco, el jefe de Estado de la Santa Sede, se tradujo en una propuesta de alianza para combatir las desigualdades y para diseminar por el mundo iniciativas de superación de la pobreza que han sido exitosas en Brasil. Era el encuentro entre una militante socialista y el representante de la institución más antigua del mundo, el jefe de la iglesia católica.

 

En el Palacio de Guanabara, al pronunciar el discurso en la ceremonia de recepción del Pontífice a Río de Janeiro, Rousseff dijo: “Un hombre que viene del pueblo latinoamericano, de nuestra vecina Argentina, agrega más condiciones para crear una alianza (entre el gobierno brasileño y la Iglesia católica) de combate a la pobreza y de diseminación de buenas experiencias”.

 

Dilma Rousseff, la mandataria cuyas políticas fueron criticadas por miles de brasileños en todo el país dos semanas atrás, afirmó ayer que quiere aprovechar la visita de Francisco para renovar el diálogo entre el gobierno brasileño y la Iglesia católica sobre justicia social, solidaridad, derechos humanos y paz entre las naciones, principios compartidos por ambas partes. Agregó que las características personales del Papa, su origen latinoamericano y su opción por los pobres facilitan ese diálogo y la discusión de una alianza para combatir la pobreza no sólo en Brasil sino en otros países latinoamericanos, africanos y asiáticos.

 

En tanto, hacia las 19:45 horas, afuera del palacio, una protesta contra el gobernador de Río, Sergio Cabral, así como contra la visita del Papa, terminó en una confrontación en la avenida Pinheiro Machado, cerca del Palacio adonde se celebraba la recepción al pontífice. El conflicto comenzó cuando algunos manifestantes encapuchados derrumbaron una gradería y lanzaron bombas molotov a los policías que custodiaban la zona. Minutos antes, los militares también habían sido recibidos con piedras. Para dispersar a los casi mil 500 manifestantes, la policía de Río usó gas lacrimógeno, balas de goma y un camión lanza-agua.

 

Para la mandataria, “por su sacerdocio entre los más pobres, que se refleja incluso en el nombre escogido en homenaje a San Francisco, el Papa es el interlocutor ideal para ese diálogo”.

 

Aseguró que “estamos ante un líder religioso sensible y atento a las ansias de nuestros pueblos por justicia social y oportunidades para todos. Luchamos contra un enemigo común: las desigualdades en todas sus formas”.

 

Rousseff se refería a los cerca de 40 millones de brasileños que salieron de la condición de pobreza en la última década y dijo que Brasil se siente muy orgulloso de esos importantes resultados. Agregó que parte de ese éxito obedece a los programas de transferencia de ingresos a los más pobres y a otros programas sociales adoptados por el gobierno en los últimos años. “Hicimos mucho y sabemos que aún hay mucho por hacer, y en ese proceso hemos contado con la asociación importante con la Iglesia”.