¡Vaya libro el que acaba de publicar el periodista J. Jesús Lemus! Lo menos que se puede decir es que Los Malditos -crónica de su confinamiento en el penal de Puente Grande, Jalisco, en el que estuvo recluido de 2008 a 2011- es impactante.

 

Recojo de ahí un extracto de la narración que hizo uno de los reclusos, Noé Hernández, El Gato, sobre lo que aconteció una Navidad del 2005 o 2006 (no recordaba bien la fecha) cuando los presos se alborotaron y estaban a punto del motín, y la voz de Mario Aburto, señalado como el asesino solitario de Luis Donaldo Colosio, se hizo oír:

 

“El pasillo en el que estábamos ya era un manicomio cuando se escuchó, muy fuerte, la voz de Mario Aburto, que casi nunca hablaba:

 

“-Eh, raza. Calmados, batos, qué le estamos buscando más problemas al asunto. Aliviánense-, gritaba Mario, desesperado, jalando la reja para llamar la atención del pasillo -¡Si se callan les cuento cómo maté a Colosio!-, gritó con mayor fuerza y todo se quedó en silencio.

 

“¿A poco nos vas a contar la verdad?-, lo cuestionó desde su celda Daniel Aguilar Treviño, asesino material confeso de José Francisco Ruiz Massieu, quien fuera secretario general del PRI.

 

“-Sí, si se quedan callados y quietos, les cuento la historia verdadera. La que nadie sabe. La que ni siquiera le conté al agente del Ministerio Público-, dijo Aburto en la mitad de aquel silencio que hizo que poco a poco se quedara quieto todo el módulo.

 

“-Arráncate-, le dijo Aguilar Treviño.

 

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“SE ME ACTIVÓ EL ARMA”.- Para los pormenores de cómo fue a dar Aburto al mitin del ex candidato presidencial y por qué llevaba una pistola tendrán que leer el libro de Lemus (se lo van a beber, garantizado). Aquí retomamos la narración de Lemus -según la refiere Noé Hernández- en el momento en que Colosio concluye su discurso y va de retirada:

 

“Entre los empujones de la gente, sentía cómo me iba calando el arma. Y en medio de todo ese jaloneo advertí que casi se me caía la pistola, porque el pantalón de mezclilla que traía me quedaba muy apretado y eso hacía que la pistola se me saliera hacia arriba, quedando detenida sólo por la chamarra. Fue entonces cuando extraje la pistola para luego meterla en la bolsa derecha, previniendo que no se me fuera a caer; pero por los apretones no pude hacerlo y casi se me cae (…)

 

“Ya estando muy cerca del licenciado Colosio estuve a punto de caerme. Me tropecé levemente pero alcancé a mantenerme en pie, con equilibrio, abriendo más los pies. En ese momento sentí un golpe en la pantorrilla que me tiró, y por eso alcé la mano derecha, como para tratar de apoyarme en alguien, sin acordarme que traía la pistola en la mano. Y fue allí cuando se me activó el arma, a causa de la contracción de los músculos y de los nervios.

 

“Después supe, por lo que dijeron las noticias y los videos que han salido en la televisión, que la bala que mató al licenciado Colosio le pegó en la cabeza y que bien pudo haber salido de la pistola que yo traía para venderla, aunque yo no tengo la certeza de haberle disparado, porque nunca tuve la intención de asesinarlo, aunque digan lo que digan los que me acusaron y sentenciaron”.

 

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EL CASQUILLO EN LA ESCENA.- Lemus se encontró varias veces a Aburto en el Cefereso número 2. Una de ellas -a hurtadillas de los custodios-, afuera del consultorio del área médica del penal, según refiere Lemus. En esos encuentros alegaba -contra lo que narró aquella Navidad- inocencia. O, al menos, no haber sido el único en haber disparado.

 

¿Cuál es la principal prueba que piensas te podría sacar de la cárcel?, le planteó el reportero de La Piedad, Michoacán. Aburto contestó:

 

“El casquillo que dicen las autoridades que recogieron en la escena del crimen. Si supuestamente yo tenía un revólver, que es con el que aseguran que maté al licenciado, ¿cómo es posible que haya un casquillo en el suelo?, si en un revólver los casquillos percutidos siempre quedan en el tambor. Si hay un casquillo en el suelo, alguien más disparó...”

 

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GEMAS: Obsequio de J. Jesús Lemus: “Durante los mil cien días de mi cautiverio nunca dejé de escribir; la pasión que siento por el periodismo me mantuvo vivo en esta cárcel de tortura”.

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