Imposible ser mujer y no haber sentido, antes que después, el sometimiento y la exclusión, y el peso que esto implica… Ya lo dice Marcela Serrano: “Que me perdone Neruda, pero a veces sucede que me canso de ser mujer”. En muchas áreas de la vida hemos estado –y seguimos estando– sometidas, excluidas, abusadas… Marina Castañeda, en su libro Machismo Invisible, dice de manera radical que “Todo ensayo sobre el machismo escrito por una mujer parecerá una autobiografía”.

 

Si bien todo cambio, como dice el creador de la terapia familiar estructural Salvador Minuchin, “comienza con una exageración”, la actitud de muchas mujeres, bélicamente posicionadas frente a los hombres, ya no hace distinciones ni precisiones y cobra a “justos por pecadores”, sin reparar en las particularidades de cada varón. ¿Será que el reclamo y la queja permanente nos exime de colaborar en un auténtico cambio social?

 

Pero ante el enojo viene la revancha: nos volvemos competitivas para mostrar que somos mejores; lejos de ser autosuficientes nos comportamos con desprecio, usando el sarcasmo, la ironía, la crítica y la agresión. Impedimos el encuentro como si el objetivo fuera ser superiores.

 

 

Lee la nota completa en nuestra revista digital VIDA+ aquí

 

 

mujeres_protagonizar