Es cierto. La iniciativa de Enrique Peña Nieto para modificar los artículos 27 y 28 constitucionales y abrir una rendija legal a los capitales privados en la exploración y producción de hidrocarburos es histórica.

 

Hace más de medio siglo que un presidente de la República no proponía modificar el texto constitucional en uno de los asuntos más polémicos de la historia contemporánea de México.

 

En ese sentido, la propuesta que ayer hizo el presidente Peña Nieto es histórica y así lo hizo sentir el gobierno a través de una andanada publicitaria en medios de comunicación y de la masiva presencia de legisladores y funcionarios priistas en los espacios de noticias de la radio y la televisión nacionales.

 

Pero lo “histórico” de la decisión presidencial no pareció ser suficiente argumento para convencer a los inversionistas del mercado accionario, quienes más bien recibieron la noticia con cierta decepción.

 

El mismo día en que el presidente Peña Nieto anunció la esperada reforma energética, incluyendo cambios constitucionales históricos, el principal índice de la Bolsa Mexicana de Valores cayó 1.23%. La noticia de la reforma energética anunciada al mediodía no fue lo suficientemente fuerte como para contrarrestar la incertidumbre -y el pesimismo derivado de ella- que domina no sólo a la economía estadunidense, sino a la marcha de la economía mexicana.

 

De hecho, la caída del IPC de la bolsa mexicana de ese día fue la mayor entre las principales bolsas del mundo. El Dow Jones cayó -0.04% y el S&P500 cayó -0.12%, mientras que el Bovespa de Brasil subió 0.85% y la bolsa chilena lo hizo en 0.19%.

 

Si el gobierno hizo una jugada maestra rescatando del baúl de la historia al general Lázaro Cárdenas para contrarrestar los argumentos de sus críticos de la izquierda, los inversionistas bursátiles le aguaron la fiesta.

 

Por los resultados de las transacciones bursátiles de ese día es evidente que los inversionistas en México consideraron que no tenían nada que festejar; no por lo menos en el corto plazo. Al contrario.

 

El anuncio presidencial provocó que cayeran los precios de las acciones de empresas con fuertes intereses energéticos, que ya desde junio pasado habían crecido cuatro veces más que el crecimiento promedio del mercado, motivados por las altas expectativas que se habían generado en torno a la reforma.

 

La acción de la regiomontana Alfa, que participa en la exploración y producción de hidrocarburos en el país, cayó 4.27%; la petroquímica Alpek, también cayó en 3.95%; y la gigante Mexichem, en 2.69%. En la jornada de ayer esas mismas acciones mantuvieron un comportamiento neutral, lejos de una reconsideración de sus caídas anteriores.

 

Es decir, pragmáticamente los inversionistas del mercado bursátil creen que aún no hay nada qué festejar en el terreno de las inversiones derivado del anuncio presidencial, y más bien esperarán a los resultados de las deliberaciones próximas en el Congreso y, en todo caso, a la aprobación de las leyes reglamentarias para sopesar los efectos reales que éstas tendrán sobre las inversiones y la rentabilidad esperada para las empresas.

 

La respuesta inmediata de los mercados no puede interpretarse como un “no” definitivo a las potencialidades de inversión que ofrece la iniciativa presidencial, pero sí deja claro que ésta no fue lo contundente que se esperaba y que más bien despidió un fuerte olor político con una agenda endosada que el Congreso y el gobierno deberán develar más adelante.

 

Por eso es que para un anuncio histórico, largamente acariciado por los inversionistas, se esperaba una reacción distinta de los mercados. Pero no hubo fiesta en la Bolsa de Valores. Ni siquiera un guiño de optimismo de los inversionistas. Nada. Sólo una mueca de descontento que quién sabe si el tiempo borrará.

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