El ritmo de una economía se siente en la calle, en las plazas comerciales, en los anuncios publicitarios, en el frenesí de la construcción, en las ofertas de empleos. Es el olor del crecimiento. Y en lo que va de este año, ese tan esperado crecimiento no huele bien.

 

Las finanzas de los periódicos sufren por falta de anuncios publicitarios, las grandes cadenas de tiendas departamentales han hecho de cada fin de semana una barata “especial” en el intento de detener su caída en ventas, mientras que a las orillas de las ciudades miles de nuevas viviendas lucen vacías ante la falta de compradores interesados.

 

La menor actividad económica no necesita ser medida por los economistas para que el ciudadano común se percate de que efectivamente se está dando. Lo siente en sus bolsillos, en los empleos prometidos que no llegan.

 

Los economistas del Banco de México tratan de explicarnos, eso que la calle grita todos los días, con frases como: “los indicadores de ventas al menudeo y al mayoreo siguieron exhibiendo una trayectoria negativa…” “algunos determinantes del consumo continuaron presentando un desempeño desfavorable en los últimos meses, como es el caso de las remesas familiares y el ingreso real promedio de los trabajadores asegurados en el IMSS…” “desde principios de 2013 el índice de confianza de los consumidores ha registrado una tendencia negativa” (Informe sobre la inflación, abril-junio 2013)

 

Es la economía “de carne y hueso”, esa que las cifras sintetizan fríamente y que en los meses transcurridos de este año ha dejado una estela de desocupación, de menores ingresos, de caída en las ventas.

 

Ya las grandes cadenas comerciales están reevaluando sus planes para lo que resta del año. Apenas el viernes pasado Comercial Mexicana -golpeada por menores ventas durante el primer semestre- anunció que postergará varios de sus proyectos originalmente planeados para este año; en lugar de abrir 13 tiendas sólo serán cinco, menos de la mitad.

 

Pero si “La Comer” está sufriendo los estragos de una menor actividad económica, las Pymes son el primer frente que resiente esa caída en la actividad de los negocios. Dos terceras partes de ellas dicen que la situación económica es una limitante para que se decidan a utilizar el crédito bancario y más de 58% de las Pymes acompañan este argumento con las débiles ventas que enfrentan sus negocios, según una encuesta que sobre el mercado crediticio publicó recientemente el Banco de México.

 

Lejos, muy lejos de esta economía de la calle quedan las promesas de miles de nuevos créditos para detonar el boom de los micronegocios que ofrece la reforma financiera y que, por cierto, sigue congelada en el Congreso.

 

Más lejos aún de esa economía cotidiana están aquellos escenarios que se vendieron con la reforma laboral, ofreciendo miles de nuevos empleos.

 

Mientras tanto -mientras que los elogios al potencial económico del país pueblan los discursos oficiales especialmente fuera de nuestras fronteras en el afán de convencer del llamado “Mexico momento”- la economía “de carne y hueso” sigue arrastrando su mala racha, o su mala suerte, esperando a que cambie en algún momento.

 

Pero los profesionales de la economía no están muy convencidos de eso por ahora. Los economistas del español Banco Santander piensan que el crecimiento para el año será mediocre, apenas 2.2% contra 3.9% del año pasado. Sus colegas de Banamex se habían expresado antes con un pesimismo aún mayor, de 2%, que colocaría a México a la cola del crecimiento de los países latinoamericanos. Ya veremos si mañana INEGI confirma o no el pesimismo de estos economistas de la banca privada del país cuando dé a conocer el dato del crecimiento económico al segundo trimestre.

 

En medio de esta atonía económica que se palpa en las calles del país, será complicado para el gobierno federal vender señuelos de bonanza económica para ganar adeptos a su propuesta de reforma energética.

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