Vivimos en una época en la que a todo le ponemos nombre, y las adicciones relativas al mundo virtual no se han quedado fuera de esta costumbre. Cuando dedicamos demasiado tiempo a determinadas prácticas en la red nos podemos ocasionar problemas muy serios: los introvertidos porque encuentran en Internet el nirvana para la construcción de sus espacios, y los extrovertidos porque pasan demasiado tiempo socializando por este medio. En el mundo digital hay que decidir el nivel de interacción, es decir hay que gestionar las relaciones con un control de lo que deseamos compartir con los demás. No siempre es tan fácil.
Ahora, en época de vacaciones, cada vez es más frecuente no desconectarse ni un solo momento y mantenerse en contacto con lo que está pasando en el mundo. Una investigación de TwitterAdsUK señala que cuatro de cada cinco usuarios británicos de Twitter acceden a esta herramienta en sus días de descanso. En general, lo usan para estar en contacto con personas conocidas y para compartir fotos y recomendaciones de cosas que hacer y lugares para visitar.
Pero, en nuestra vida cotidiana podemos caer en la cibercrastinación, es decir, no ser capaces de realizar las tareas que debemos por estar una buena parte del tiempo navegando por Internet, checando el email, chateando con los amigos, twitteando o publicando en el perfil del Facebook. O lo que es lo mismo, estaríamos retrasando las tareas importantes por las más irrelevantes, pasando todo el día deambulando por Internet, sin un objetivo concreto o cambiando constantemente de una cosa a otra. La cibercrastinación se manifiesta con una falta de control en los impulsos, la búsqueda de recompensas a corto plazo, la pérdida de habilidades comunicativas, entre otros, y que lleva a trastornos tales como la sustitución de las relaciones reales por las virtuales.
El alto nivel de sofisticación de los juegos o las mismas dinámica de las redes sociales, han logrado que estemos pendientes de la computadora y del celular. Son dos objetivos diferentes: la industria trata de conseguir mayores ingresos al conseguir que cientos de millones de usuarios estén conectados mucho más tiempo, mientras que los usuarios lo hacen para entretenerse, relacionarse, siendo un medio más de pasar el rato.
En su lado más optimista, la cibercrastinación no es nada nuevo y que no estemos haciendo desde siempre, aunque sin celulares. Se trata de perder el tiempo, sin hacer lo que deberíamos haber hecho. Casi todos somos procrastinadores (referido a la vida off line), puesto que tenemos la costumbre de realizar tareas que nos ofrecen una recompensa inmediata, que no nos obligan a tanto esfuerzo por ser más sencillas. El problema principal es que habitualmente no somos conscientes de ello. Las redes sociales, la industria del juego y el sexo online ocupan los espacios ideales para los cibercrastinadores.
Otra práctica relacionada con las nuevas tecnologías es el phubbing. Los expertos ya han bautizado este fenómeno que se define como el acto de ignorar a alguien en un entorno social prestando mayor atención a un teléfono celular, por ejemplo. Pero también puede ser extensible a la pantalla de cualquier dispositivo móvil. Seguramente, la gran mayoría hemos sido en alguna ocasión víctimas del phubbing. Puede ocurrir en cualquier sitio: cafetería, cine, comida familiar, reunión de amigos. Mientras que para algunos se trata ya de una costumbre, para los más apocalípticos es el fin de las relaciones tal y como las conocemos.
Para erradicar esta costumbre, un joven australiano lanzó en Internet el sitio web Stop Phubbing para concienciar sobre este problema. En esta página se publican estadísticas que señalan lo extendido del fenómeno y se invita a colgar carteles en restaurantes con el nombre de la página web como slogan para frenar esta costumbre ya tan extendida.
*Investigadora del Proyecto Internet, Cátedra de Comunicaciones Digitales Estratégicas, Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. Su cuenta de correo electrónico: amaya.arribas@itesm.mx