Tuvo que venir la PGR para que, tres meses después, el caso Heaven, que marcó el inicio de un largo calvario para el jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, comenzará a esclarecerse. Con la aparición de los cuerpos de al menos 10 de los 12 jóvenes secuestrados aquel 26 de mayo a plena luz del día en el ya célebre antro de la Zona Rosa, parece armarse el complicado rompecabezas de este crimen múltiple que acabó para siempre con la idílica imagen de la Ciudad de México, ajena a la violencia del narcotráfico, y de paso estrelló la impecable figura del gobernante capitalino que no ha podido reponerse de ese golpe.
Los 90 días transcurridos desde la misteriosa desaparición de los muchachos de Tepito sirvieron para constatar que debajo de la bien vendida idea de “la ciudad más segura de México”, estuvo todo el tiempo la operación del narcotráfico a través de grupos o “pandillas”, como prefiere llamarlas la autoridad con cierto eufemismo, que hicieron de la capital y de sus bares, antros y restaurantes los puntos de mayor circulación de droga en cualquier ciudad mexicana. Con todo, la autoridad local repetiría hasta el cansancio que “aquí no hay cárteles del narco ni crimen organizado”.
Todavía ayer, cuando por primera vez en tres meses de fallidas indagatorias fue capaz de armar una versión oficial sobre los móviles del escandaloso multihomicidio, el procurador capitalino, Rodolfo Ríos Garza, insistía, con cierta ingenuidad, que a pesar de la sangrienta y sofisticada “venganza” que fueron capaces de planear, ejecutar y ocultar a las autoridades, el grupo de la Unión Insurgentes no es considerado como crimen organizado. “No estamos hablando de ningún cártel, ni tampoco de delincuencia organizada, hemos sido muy precisos en señalar cuando se trata de un tema de delincuencia organizada”, dijo el procurador del DF.
Pero por más que el gobierno de la ciudad se empeñe en invocar las “clasificaciones internacionales” para asegurar que aquí no opera la delincuencia organizada sino “pandillas rivales” que se disputan el negocio del narcomenudeo, para los capitalinos ha quedado más que claro que la Ciudad de México ni es ajena a la violencia del narcotráfico que vive el resto del país, ni es una “burbuja” segura, como por mucho tiempo afirmaron las autoridades desde que el hoy jefe de Gobierno fue procurador estrella de la administración de Marcelo Ebrard y hoy, ya como gobernante, continúa en la misma línea discursiva.
Para Miguel Ángel Mancera la desaparición de aquellos 12 jóvenes tepiteños y ahora la confirmación de su cruenta muerte, marcó el final del enorme bono de popularidad que los electores capitalinos le habían otorgado cuando lo eligieron como el Jefe de Gobierno con la mayor votación en la historia. A partir de ahí, el político de la izquierda aterrizó en una dura y difícil realidad en la que su imagen perdió terreno y hoy es motivo de críticas y cuestionamientos, tanto en los círculos de opinión política como en los actos públicos, todo ello agravado por su vacilante actuación en el sitio de la CNTE a la ciudad.
No está claro aún si el proceso de continuo desgaste para Mancera terminará con el esclarecimiento del caso Heaven, que tal vez les dará las respuestas que tanto reclamaron los familiares de las víctimas del secuestro y homicidio múltiple; pero lo que no devolverá la solución de este caso emblemático es la confianza perdida de muchos ciudadanos del DF que despertaron de golpe a una realidad que siempre estuvo latente pero que fue hábilmente maquillada por la propaganda y el discurso oficial. Sea con cárteles o con pandillas, el DF también es territorio del narco.
NOTAS INDISCRETAS…El diálogo iniciado ayer con la CNTE por las dos cámaras del Congreso tiene doble filo: por un lado busca desactivar las protestas de los maestros contra el Poder Legislativo y lograr completar la incompleta reforma educativa, que se quedó trunca sin su ley más importante, y por el otro busca mostrar que, lo que no fue capaz de hacer el Ejecutivo, al incumplir sus compromisos y acuerdos con la Coordinadora, lo podrán hacer los diputados y senadores. La pregunta es cómo le harán los legisladores para tan ambicioso objetivo; a menos que cedan y modifiquen la pendiente ley reglamentaria del Servicio Profesional Docente, no se ve qué otro acuerdo podría desactivar a la aguerrida CNTE… Los dados se detienen. Serpiente.