EU ha evitado involucrarse en la guerra civil siria. EU aprendió a preocuparse no sólo con los regímenes que no son amigables, sino también con lo que ocurrió con los sucesores de los que desplazó. Afganistán, Irak y Libia muestran lo que significa vivir con un sucesor imperfecto tras deponer al anterior régimen. El cambio de régimen herido pronto involucra a EU en guerras civiles cuyo resultado no ha valido el precio. En el caso de Siria, los insurgentes son musulmanes sunitas cuyas facciones mejor organizadas tienen vínculos con Al-Qaeda.

 

Al-Asad es inflexible: no vacilaría en usar armas químicas si tuviera que hacerlo. También es muy racional y usaría esas armas sólo si fuera su única opción. Por el momento, es difícil ver qué lo llevó a usar armas químicas a riesgo de que ocurra lo peor.

 

Sus adversarios son igualmente implacables y podemos imaginarlos usando armas químicas para forzar a EU a intervenir y deponer a Al-Asad.

 

Pero su habilidad para acceder a ese arsenal no está clara, y si lo hallaron, la maniobra les costaría todo el apoyo de Occidente.

 

Por otra parte, Al-Asad aceptó que los inspectores de la ONU examinaran in situ la evidencia. Aquí, la verdad se ha politizado y quien reclame que encontró la verdad, será acusado de mentir.

 

Sin embargo, la historia dominante que emerge es que Al-Asad llevó a cabo el ataque, mató a cientos de hombres, mujeres y niños y cruzó la línea roja de Obama impunemente.

 

El presidente estadunidense está atrapado en una esquina. Los EU eligieron llevar el asunto a la ONU. Obama hará un esfuerzo por mostrar que actúa con su apoyo. Pero sabe que no lo tendrá.

 

Siria no era un asunto que afectara al interés nacional de EU hasta que Obama declaró una línea roja. Eso escaló en importancia a tal punto no porque Siria sea crítica para EU, sino porque la credibilidad de sus límites declarados es de vital importancia.

 

Por segunda vez en su presidencia, Obama enfrenta la opción de una guerra. La primera fue Libia, el tirano ahora está muerto y no es bueno lo que siguió. Y Libia era fácil comparado con Siria.

 

Ahora el presidente debe intervenir para mantener su credibilidad. Pero no hay apoyo político en EU para la intervención. Debe deponer a Al-Asad, pero no reemplazarlo con sus oponentes.

 

Nunca pensó Al-Asad sería tan resistente. Esa es la mano que el presidente tiene que jugar, pero será difícil ver cómo evita la acción militar y mantiene su credibilidad. También será difícil ver cómo emprende esa acción sin una revuelta política contra él si actúa mal, como siempre ocurre.

 

*Análisis editado de la autoría del director del centro de pensamiento Stratfor.