En una escena de No sé si cortarme las venas o dejármelas largas -adaptación al cine de la obra de teatro homónima, ambas dirigidas por el mexicano Manolo Caro- el personaje interpretado por Raúl Méndez discute con su mujer (Ludwika Paleta) y le pide, a gritos, que deje de comportarse “como actriz de telenovelas”.

 

El reclamo -que deriva en broma involuntaria siendo Ludwika, de hecho, una actriz de telenovelas- bien podría hacérsele al propio Manolo Caro quien, en su paso del teatro al cine, hace explícito no sólo su gusto por el melodrama telenovelero sino poca destreza al momento de intentar narrar su historia usando lenguaje cinematográfico.

 

La trama, que más bien parece un remake de la afamada -y mejor lograda- Sexo, Pudor y Lágrimas (Serrano, 1999), involucra a una serie de parejas que comparten piso en un edificio de departamentos cuyas reducidas dimensiones hacen posible que todos se enteren de la vida de todos, incluso desde la comodidad de sus respectivas recámaras.

 

Julia (Zuria Vega) y Lucas (Luis Gerardo Méndez) son una pareja de amigos que se hacen pasar por esposos para ocultar la homosexualidad del segundo. Nora (Paleta) y Aarón (Raúl Méndez) son un matrimonio en crisis: él ya no siente deseo sexual por ella y ella no desea otra cosa que no sea tener un hijo. A la llegada de un nuevo vecino, Félix (Luis Ernesto Franco), el grupo se unirá en torno a él, desatándose una serie de situaciones que definirán un nuevo panorama de infidelidades, frustraciones y deseos.

 

La película no carece de momentos hilarantes, casi todos protagonizados por Luis Gerardo Méndez (Javi Noble en Nosotros los Nobles) quien sin abusar del cliché del homosexual (medio loca, medio no tanto) se roba la película por completo, siendo su responsabilidad algunos de los momentos más hilarantes de la cinta: aquella secuencia donde intenta ligarse a Félix quien por supuesto no sabe de las preferencias sexuales de su vecino.

 

Ludwika tampoco desmerece, siempre aguantando el eterno close up de la cámara de Daniel Jacobs, la actriz sabe su oficio y entrega algunas escenas dramáticas con una facilidad francamente notable. Y qué decir del cameo extendido de Rossy de Palma, cuya presencia no parece sino una reiteración innecesaria a las también redundantes e inútiles referencias al cine de Almodóvar.

 

Si el humor hubiese sido la pauta de esta cinta, probablemente tendríamos un producto mucho más redondo y logrado. El problema es justamente esa necedad del guionista y director por hacer de sus personajes seres pretendidamente “profundos”, que dicen netas mediante frases llegadoras (“Las mujeres no somos pendejas, nos hacemos pendejas”) que al final derivan en un penoso intento por fabricarle one liners a la película.

 

Así, los pocos aciertos de humor que pueda tener la cinta se ahogan en un drama novelero que, además, está filmado bajo las premisas más básicas de la televisión: un campo contra campo eterno, iluminación artificial, pésima musicalización, intentos de videoclip (con canciones malísimas), cierto tufo a machismo en los diálogos y un exceso en el uso del close up que evidencia una total falta de imaginación y recursos cinematográficos.

 

No sé si cortarme las venas o dejármelas largasresulta en una especie de remake a Sexo, Pudor y Lágrimas, simplemente cambien Polanco por la Roma, a los publicistas por hipsters, y listo. Si acaso la buena noticia es que en esta nueva película no hay canción de Alex Syntek. Menos mal.

 

No sé si cortarme las venas o dejármelas largas (Dir. Manolo Caro)

2 de 5 estrellas.

Con: Luis Gerardo Méndez y Ludwika Paleta, entre otros.