Sucesos mundiales tenemos muchos, desde el Congreso Mundial de la Salsa, hasta el Mundial de Futbol -acontecimientos violentos, guerras y genocidios también: La Primera Guerra Mundial o los ejércitos que intervienen como aliados-. Pero un acontecimiento simbólico de envergadura mundial, que transcurra casi al mismo tiempo en las capitales progresistas del Nuevo y Viejo Continente… es decir, jaque de la propia mundialización, ninguno tanto como el movimiento que Marcel Duchamp representa. Pequeño, insignificante y -para su placer- tan provocador como un hombre.

 

Willem de Kooning dijo alguna vez: “Duchamp es su propio movimiento” (refiriéndose al contexto de los movimientos artísticos de vanguardia). Duchamp era el ocurrente con una manera efectiva de cuestionar la autoridad; se movía solo, se deslindaba constantemente de los movimientos, y abandonaba todas las técnicas. Gran ejemplo de ellos son sus readymades, siempre basados en indiferencia visual y, al mismo tiempo, en la total ausencia del buen o el mal gusto, él lo dice sobre Roue de bicyclette (1913), que montó en París dos años antes de que se acuñara el famoso término: ” Cuando puse una rueda de bicicleta sobre un banco… No existía la idea de readymade o nada así. Era sólo una distracción (“Apropos of Readymades” Una plática que dio en el MoMA en 1961).

 

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