Estamos en Alaska. Un avión con cuatro hombres a bordo, tres turistas y el piloto, sobrevuela los bosques. Uno de los motores explota y la nave se precipita hacia el lago. El piloto muere y Charles, Stephen y Robert quedan atrapados en un contexto conformado por el creciente frío, la ausencia de comida y el constante acecho de los osos grizzli. La muerte parece segura, pero Charles, exitoso entrepreneur en su vida urbana, se sobrepone al pánico y transforma la inmovilidad en acción:

 

Charles: Saben, una vez leí un libro muy interesante que decía que la mayoría de las personas que se pierde en los bosques muere de vergüenza.

 

Stephen: ¿De vergüenza?

 

Charles: Sí, de vergüenza. Se atormentan con preguntas: ¿Qué hice mal? ¿Cómo no vi venir esto? ¿Cómo pude ser tan estúpido para perderme? Pero no ejecutan el único acto que puede salvar sus vidas.

 

Robert: ¿Y qué acto es ése?

 

Charles: Pensar.

 

Esa es la historia de The Edge, la película escrita por David Mamet y protagonizada por Anthony Hopkins que se ha convertido en un referente en las escuelas de negocios para las materias de liderazgo y capital humano. En estos meses en que las expectativas económicas se han reducido y se debate si hemos entrado o no a una recesión, la premisa de The Edge resulta pertinente. Varios ejecutivos hoy se encuentran insertos en procesos terminales de vergüenza. “¿Cómo nos metimos en esto?”, “si tan sólo hubiéramos tomado más previsiones”, ¿cómo sobrevivir?”, son preguntas que se repiten incesantemente en todos los círculos empresariales, sean Pymes o enormes corporativos. El pánico nubla la vista: confunden lo urgente con lo importante, y lo coyuntural con lo trascendente. Actúan impulsivamente,  recortan presupuestos,  e irónicamente, dejan de invertir en el único activo capaz de asegurar la sobrevivencia: el capital humano, es decir, la suma de talentos necesaria para que la empresa, lejos de comportarse mecánicamente, delinee las medidas más efectivas ya no sólo de enfrentar la crisis, sino de transformarla en una oportunidad que la proyecte a largo plazo.

 

En el discurso, casi todos comparten la opinión de que vivimos en una era del conocimiento donde manda el talento; en la práctica, empero, todavía hay directores que piensan que la dinámica óptima para administrar una empresa es a través de la reducción de los costos de contratación. Asumen que un grupo compacto de talento en la compañía es suficiente para liderar las operaciones claves, por lo que no importa invertir en RH una vez que se cuenta con un círculo directivo calificado. Si se cumple con lo básico, deducen, la empresa no requiere de más.

 

Sin una política de Recursos Humanos que privilegie la atracción de los mejores y los más calificados, la empresa termina por fracasar, no importa qué tan talentosos sean sus directivos. Como bien dice el investigador Jim Collins: el “quién” importa más que el “qué”. Sobre todo en momentos de crisis, cuando la creatividad y la capacidad de ejecución de los más brillantes permiten generar la flexibilidad suficiente para reaccionar con inteligencia. Frente a un ambiente de bajo crecimiento, recortar presupuesto en materia de RH equivale a cancelar el activo que eventualmente nos ayudará a salir del bache.

 

 Post Scríptum. Todos los interesados en la sustentabilidad y la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) deben estar atentos al adelanto del informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), órgano respaldado por la Fundación de las Naciones Unidas. El documento se difundirá este 27 de septiembre y revelará con rigor el verdadero estado de las cosas en materia de cambio climático. Más información en la página oficial del IPCC: http://www.ipcc.ch/

 

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