Las tormentas Ingrid y Manuel sacaron a flote dos cosas: que no hubo una alerta adecuada del potencial de riesgo del fenómeno natural y los efectos colaterales de la perniciosa corrupción que distingue al país.

 

El que una zona costera no cuente con infraestructura hidráulica de desagüe adecuado es explicable, a mi juicio, porque se trata de obra pública que no se ve, que no reditúa en votos o adeptos políticos, como aquellas que hacen lucir en medios a la autoridad en turno.

 

Además, la corrupción en el otorgamiento de licencias en zonas de alto riesgo, como en cauces naturales de ríos, en cañadas y a las orillas de lagos con riesgo de desborde. O que una autopista pase por caprichos políticos por ciertos puntos debilitando cerros y debilitando barrancos.

 

Una vez más, los mexicanos son generosos con las víctimas de una tragedia que pudo evitarse. Pero eso sí, las autoridades llevan a los reporteros, fotógrafos y cámaras a que consignen su accionar en la zona de desastre y promuevan el mensaje “Cuidado con quien se atreva a lucrar con la tragedia”, respuesta a un damnificado que denunció la discrecionalidad en el reparto de la ayuda enviada.

 

Y ante esa corrupción ¿quién reclama? ¿Quién levanta la voz y señala al líder político que se vale de los medios para salir bien peinadito y bien vestidito dando la ayuda a miles de víctimas de la corrupción?

 

Ingrid y Manuel revelaron eso. Vinieron a denunciar con una tragedia que los impuestos no se han canalizado al desarrollo de servicios e infraestructura. Parte del erario se destina al Fondo de Desastres Naturales de México, una especie de caja chica para hacer lucir al gobernante en turno como un humano comprometido y solidario una vez ahogado el niño.

 

Resulta muy indignante, pero además peligrosamente provocador, que el Ejecutivo haya presentado un proyecto de Reforma Fiscal que no grave el consumo -bajo la lógica de que quien más compre más pague-, y en vez de ello busque exprimir más a los empresarios, ricos y clase media.

 

Platicando con un entrañable amigo me hizo notar que la propuesta de Reforma Fiscal es en esencia la del PRD –asfixiar al empresario, al rico y a la clase media-. Y su hipótesis es que la presentó el PRI como una venganza a los sectores que no votaron por Enrique Peña Nieto en las pasadas elecciones presidenciales –incluida la clase media alta de la IBERO #Yosoy132 ¿recuerdan?- a cambio de una perversa alianza política PRI-PRD.

 

Si lo anterior es verdad, la utopía legislativa que planteaba la semana pasada se esfuma. El PRI y el PRD hacen una mayoría que deja completamente fuera de la jugada al PAN en el Congreso. Sería ingenuo pensar en que habrá sensibilidad política para enderezar el marco legal fiscal propuesto por el actual Gobierno.

 

México es un león dormido. No sólo los desposeídos, también las clases baja y medias que dependen de los empresarios y que se les encarece la vida en su propio país están muy enojadas. Veo que la tolerancia a la corrupción e impunidad cínicas están llegando a niveles de un peligroso hartazgo social.

 

Por si fuera poco, dentro de la propuesta de la reforma de marras hay una idea que busca limitar el monto de donativos a instituciones del sector social que sean deducibles. A ver, esas organizaciones asisten personas en condiciones vulnerables que el Gobierno no tiene capacidad de atender.

 

Si se reducen las instituciones de asistencia social en México, de acuerdo con datos compartidos ayer en las sesiones de trabajo de la 2ª Cumbre Iberoamericana de Desarrollo Institucional, anualmente más de cinco mil personas con paraplejia o cuadriplejia optarían por el suicidio. México tendría 60 mil niños sin educación elemental.

 

Asimismo al año siete mil 500 niños se sumarían a la estadística de menores abatidos por algún cáncer y 25 mil ancianos irían a situación de calle. A México hoy le llueve sobre mojado.

 

La sociedad toda necesita más que nunca ser creativa. Unirse a favor de una causa y por primera vez en la vida pasar de la queja y la protesta estéril, a la acción innovadora.

 

Usted y yo tenemos una casa que se llama México. Contratamos a unos empleados para que hagan algunas tareas clave. No están cumpliendo conforme a las expectativas y exigencia de la mayoría. Si se niegan a escuchar ¿los despedimos?