En unos cuantos días, en México, hemos sido testigos de tormentas tropicales pasadas de agua, tragedias humanas, acciones heroicas, actos de gobierno insospechados, uniones que hacen la fuerza y un país entristecido por la desgracia de muchos. Recorrimos uno de los siete velos de la política nacional para ver un poco más acá, lo de más allá:

 

Por ejemplo, más que antes, se evidenció el veloz desgaste político del señor Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del DF, por razones que tienen que ver con la ingobernabilidad de la capital del país aun antes de que llegaran los maestros de la CNTE y lo exhibieran como un gobernante temeroso, indispuesto para solucionar los problemas a ras de tierra, cuando todavía son solucionables, y dubitativo.

 

No es un asunto de imagen física, que él la cuida con esmero. Hoy, muchos en el DF dudan de que el 60% que votó por el candidato del PRD, sin afiliación perredista, haya hecho lo correcto. Por lo pronto, los maestros de la CNTE ya le tomaron la medida y ahí están en un problema que es federal pero que está en el DF y mientras esté ahí, también es un problema para el jefe de Gobierno capitalino, quien juró cuidar y hacer respetar a los habitantes de este alto valle metafísico.

 

Luego, la transformación del mismísimo presidente, Enrique Peña Nieto, que venía “cuesta abajo en su rodada” de aceptación ciudadana por aquello de lo incomprensible de sus reformas, la crisis económica, el desempleo, la inflación, la inseguridad y todo eso que ya se sabe y que duele en la comida, en la educación y en los bolsillos de todos los mexicanos que fruta vendían.

 

Pero vino “el remolino y lo alevantó”. Ocurrió el encuentro amoroso que tuvieron Manuel e Ingrid en territorio mexicano y la gran tragedia que obligó a una urgente acción de gobierno. Al conocerse la catástrofe el Presidente hizo lo que indicaba el sentido común, el sentido humano y, por supuesto, el sentido político: Se arremangó la camisa y salió hacia Acapulco para conocer la magnitud del problema y ayudar para encontrarle solución.

 

Su imagen creció. Un Presidente sin almidones es mejor. Aunque, ojalá no pase lo que dice Sabina: “Lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”. A lo mejor ese encuentro amoroso ciclónico nos traerá a un Presidente más volcado hacia la acción colectiva, hacia ver el mundo con sus propios ojos, hacia el trabajo de a pie, lejos ya del discurso interminable y la arrogancia política.

 

Lástima de la saturación mediática: arruinaron el bien hacer al negar tres veces que “lo que hace la mano derecha no debe saberlo la izquierda”: aunque sí debemos conocer los resultados.

 

Creció también la imagen de un secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que se fajó para enfrentar el problema, porque es un problema de gobernación. Estuvo en el lugar de los hechos, se mostraba realmente preocupado por lo que ocurría y giraba instrucciones y escuchaba respuestas. Lástima que todo se concretara a Acapulco, que en efecto tuvo problemas graves, pero hay un México enorme en el que, asimismo, estaban ocurriendo gravedades insospechadas. Entre sierras y montañas de Oaxaca, por ejemplo.

 

Y otra que nos trajo la semana fue el encuentro cercano del tercer tipo: el de Cuauhtémoc Cárdenas con Andrés Manuel López Obrador. Bien. A iniciativa del ingeniero pudieron reunirse públicamente para que, unidos, enfrenten la reforma energética presidencial y panista. Se dieron cuenta ya de que independientemente de que cada uno tiene su estrella polar por su lado, juntos harán más y mejor para impedir el asesto privatizador y de inversión extranjera en una empresa que le es tan cara a los mexicanos.

 

De pronto Pemex es deficiente, imposible y en plena decadencia: pues esa es la empresa que hizo el gobierno y el sindicato petrolero; están ahí las deficiencias administrativas de gobiernos como de directivos, así como los abusos del liderazgo sindical.

 

Modernizar a la empresa es indispensable, sí. Pero habría que escuchar con atención la posición de todas las partes y luego, sí, que los mexicanos seamos quienes tomemos la decisión en una  elección libre, soberana, secreta, propia de una democracia incluyente. Ya veremos.

 

Y ya veremos si también en este caso, la unión de las interminables corrientes de izquierda-divergentes y excluyentes no se convierte en agua de borrajas. Ojalá no. Ojalá sí, que de ahí surja una fuerza política de izquierda fuerte, soberana, indiscutible, propositiva y democrática.

Mantente informado de las noticias más relevantes en México y a nivel internacional en tiempo real. Información de política, Gobierno, Mundo, economía, negocios, deportes, espectáculos y más. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *