En 15 años, 60% de la población del mundo vivirá en grandes centros urbanos ¿Qué hace y qué hará a una Ciudad grande en el futuro? No será su tamaño, sino su posibilidad de cambio.
Para 2030, se calcula que al menos cinco mil millones de personas habitarán en las ciudades, en comparación con los tres mil 600 millones de hoy. La oportunidad -y el reto- que este incremento representa pueden significar un parteaguas en el desarrollo económico y social de estas urbes, que desemboquen en una mejor calidad de vida para sus habitantes.
Sin dudarlo, la Ciudad de México se encontrará dentro de los principales centros urbanos en esta tendencia. Por ello, a propósito de los primeros nueve meses del actual gobierno de la Ciudad, quienes encabezan a nuestra capital y quienes la habitamos, debemos considerar el desafío que implica una urbanización a esta escala y lo que representa en envejecimiento de la infraestructura y escasez de recursos que obligará a encontrar soluciones nuevas, creativas, competitivas y sustentables para maximizar no sólo el presupuesto público, sino la convivencia entre los nuevos habitantes que se sumarán a los que ya tiene la metrópoli.
Desde el punto de vista de los ciudadanos, el objetivo debe ser transformar a la Ciudad en un lugar de calidad de vida superior para trabajar con tranquilidad y en prosperidad.
Las rutas planteadas por los especialistas son diversas. Primero, hay que lograr un crecimiento inteligente, es decir, que sea congruente, eficaz y eficiente. Esto se logra aprovechando las oportunidades y ventajas competitivas de la Ciudad; desde cómo cumplir con la demanda de servicios públicos, movilidad, acceso a la educación, salud, seguridad, vivienda digna, hasta cómo integrar una cultura ciudadana entre sus habitantes.
No podemos caer en la ingenuidad de que el ciento por ciento de los ciudadanos lo hará, ya que como en todo habrá resistencias, pero definitivamente la mayoría puede imponer una búsqueda constante de la prosperidad.
Tenemos que ser muy claros al momento de establecer las grandes líneas de desarrollo de una Ciudad que va a crecer mucho más. Establecer los límites territoriales para la expansión es fundamental. Hacia dónde vamos a crecer, si hacia arriba (tomando en cuenta nuestras condiciones sísmicas) o distribuiremos a la nueva población en zonas que garanticen servicios y calidad de vida (sólo veamos lo que ha sucedido en varios estados por las lluvias para entender lo que cuesta urbanizar en cualquier sitio).
Aumentar la capacidad de los servicios está asociado con políticas públicas directas para el ahorro de energía, la reducción de emisiones, el uso de energía solar, el tratamiento del agua, el cultivo de hortalizas en casa y la disminución del uso de automóvil a la par del crecimiento de opciones de transporte público con buen servicio (por ejemplo, imaginemos 10 veces más Metrobus).
Aunque parezca extraño, ninguna gran metrópoli del mundo ha logrado un balance entre el uso de auto y del servicio de autobús. La realidad es que estas ciudades son grandes porque sus habitantes caminan por sus calles y son los ciudadanos los dueños de los parques, plazas, estadios y lugares públicos.
Estas grandes ciudades, lógicamente, crecen hacia arriba, con complejos de vivienda que ofrecen servicios integrados con gimnasios, salones, auditorios, áreas verdes comunes, y hasta piscinas, un modelo muy popular en nuestra Ciudad en años recientes.
Otra ruta es lo que en el Consejo Ciudadano denominamos Proyectos Públicos-Privados y Civiles (PPPC) que integran a todos los actores de una Ciudad para generar cambios reales. Entender perfectamente lo que es coinvertir y coparticipar bajo este modelo ayuda a administrar mejor los recursos públicos, inyectar inversión privada y darle certidumbre y transparencia a la sociedad civil sobre las acciones que definirán el rumbo de su Ciudad.
Por fortuna, ya hay líderes exitosos que han impulsado este cambio inteligente. Les doy dos casos: en Bogotá, mi profesor y ex alcalde, el doctor Antanas Mockus y su sucesor, el doctor Enrique Peñalosa lograron mejoras sustanciales en la capital colombiana. Estas mejoras, claro, son un proceso continuo y creativo constante.
La resistencia al cambio es una conducta muy humana, no es fácil y en la mayoría de los casos provoca descontento y críticas iniciales. En una ocasión pude escuchar al ex primer ministro británico Tony Blair decir lo siguiente: “cuando mencionas que quieres hacer un cambio, te dicen que es mala idea; cuando estás en el proceso de cambiar te sientes en el infierno; y cuando terminas y logras el cambio, desearías haber hecho más”.
* PRESIDENTE DEL CONSEJO CIUDADANO DE SEGURIDAD PÚBLICA Y PROCURACIÓN DE JUSTICIA