La propuesta de gravar con IVA la educación privada resume de manera muy clara la situación que vive México en lo social: tenemos dos Méxicos, uno que recurre al sistema de educación pública y otro que se apoya en la privada.

 

Cuando el gobierno de Felipe Calderón permitió la deducibilidad de las colegiaturas, estaba respondiendo directamente a sus electores. El voto panista está, sobre todo, en la clase media. El que el votante panista promedio envíe a sus hijos a escuela privada no significa que esa sea la situación ideal como país, es simplemente el mejor escenario en algo que parece que nunca va a cambiar.

 

El principal argumento contra la deducibilidad lo encontramos en Albert Hirschman: “Exit, voice and loyalty”. Si la clase media no está en la educación pública pero sí en los medios de comunicación, no genera la presión suficiente para transformar el sistema educativo. Su capacidad para “salir, gritar o generar lealtad” a un servicio se concentra en la educación privada. La clase media no es agente de cambio en la educación pública de este país.

 

Con la reforma fiscal, la clase media no sólo perdería la deducibilidad sino que pagaría Impuesto al Valor Agregado. Estamos hablando de un golpe de cuando menos 16%, pero más para quienes ya estén ejerciendo la deducibilidad. El IVA en colegiaturas, que se volvió bandera del PAN frente a la reforma fiscal, y que ahora hasta el PRI rechaza, es la moneda de cambio para obtener el apoyo panista a la reforma hacendaria. Sin embargo, no deja de marcar la profunda división que priva en México: un sistema educativo paralelo, otro de salud y otro de transporte.

 

Una familia de clase media podría elevar su nivel de vida si no “tuviera” que vivir para pagar educación privada, salud privada y un automóvil para cada adulto. La omisión de cualquiera de estos tres gastos, hoy desplaza a una familia hacia otro nivel socioeconómico inferior. El sistema de educación pública puede fácilmente recibir adjetivos escatológicos, lo mismo el seguro social y el transporte público. Al final, una mala dotación de los servicios públicos cuesta a la clase media miles de pesos mensuales por casa.

 

Supongamos que sube el IVA y se elimina la deducibilidad de colegiaturas. ¿Va esto a cambiar la educación pública? La tolerancia a las movilizaciones del magisterio deja muy en claro que no. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación ha herido de muerte a la reforma educativa. En teoría, cualquier maestro puede perder su plaza si no es bien evaluado; en la práctica, cualquier maestro puede faltar dos meses a clases sin que le hagan un solo descuento.

 

La separación entre la educación pública y la privada sirve perfecto para mantener un sistema clasista claramente injusto. Por qué los hijos de un ganapán clasemediero van a mezclarse con los hijos de quienes provienen de un estamento inferior. La transición de un sistema en el que la clase media se educa en escuelas privadas -buenas y malas- a uno en el que la inmensa mayoría de la población acude a escuelas públicas conlleva tantos sacrificios que claramente la sociedad no está dispuesta afrontar. Pagar por la educación no significa sólo aspirar a una mejor educación, sino rechazar la mezcla social.

 

En ese sentido, el IVA en colegiaturas pega al ingreso más que llevar el “exit, voice and loyalty” hacia la educación pública. Cualquier familia de clase media preferirá cancelar otros gastos antes que llevar a sus hijos a la escuela pública. Lo que tendría que ser motor de cambio sería un fracaso. Por fortuna, el IVA a colegiaturas es sólo una herramienta de negociación.

 

En todo caso, si queremos mover a la clase media hacia la educación pública, algo deseable, habría que enviar otro tipo de mensajes, claramente la tolerancia a la movilización de la CNTE no es uno de esos mensajes.

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