La vida en la cárcel no es gratuita, en el penal femenil de Santa Martha, todo se compra y todo se vende, desde el tercer vaso con agua del día, hasta el jabón para el aseo personal.

 

En una crónica publicada por el diario español El País, quedan expuestas las condiciones en que viven las reclusas de la prisión del oriente capitalino; de acuerdo con cifras de la Secretaría de Gobernación, al menos mil 635 presas no tienen acceso ni siquiera a jabón para ducharse o lavar la ropa.

 

El rotativo ibérico señala que desde la entrada al centro penitenciario se persive un ambiente de tensión: queda prohibo para lso visitantes el uso de los colores azul, negro, café, beige, gris, verde y blanco como medida para no confundir a internos con civiles.

 

En la fila de acceso unos carteles advierten al visitante: “No aceptes la mordida [soborno para conseguir algo legalmente gratuito]. Las autoridades queremos cambiar las cosas. Todos las instalaciones son gratuitas”. En unos minúsculos cuartos de no más de un metro cuadrado, una joven malencarada cachea a las mujeres.

 

Los pasillos del penal están repletos de presas y más vale llevar algunos pesos en el bolsillo o caminar con la determinación de que uno sabe exactamente a dónde va. La más rápida, vestida de azul marino, se abalanza sobre el que llega: “¿Dónde va? Yo la llevo”, narra el periodista, Saúl ruiz.

 

Las formas de ganarse la vida se multiplican entre las paredes de la cárcel. “Es un hotel bien caro“, ríe una interna. Además de las cicerones, las más emprendedoras montan su propio negocio en la celda y hacen quesadillas, tacos o postres que luego venden a sus compañeras o a las visitas. Las familias de las “empresarias”, con un permiso especial de la prisión, introducen kilos de carne, queso, verduras y tortillas para elaborar los platillos. En los días de visita, algunas de las mujeres encarceladas trabajan como meseras.

 

Muchas reniegan de la comida de la cárcel y las que tienen dinero suelen preferir comprar sus propios alimentos en las tiendas.La comida del resto del día se completa, además de con los dos únicos vasos de agua, con el desayuno y la cena, “más liviana que el almuerzo”. Por las mañanas sirven un té con hojas de naranjo que gusta mucho a las presas, pero existe el rumor de que para prepararlo usan el agua de la llave.