¿Cómo llevar al mundo a cuestas cuando las redes incentivan a “desaparecer” de la cartografía paradigmática? Georges Didi-Huberman propone una reflexión filosófica sobre la historia del arte, la imagen, el mundo tangible y el futuro. El efecto hipnótico del mundo lúdico propuesto por Steve Jobs está pasando. Después de haber soñado por más de un lustro, nos despertaremos con la cotidianidad de “dalo por hecho”. Da por hecho que las librerías desaparecerán, da por hecho que los puestos de periódicos no venderán periódicos (así como los teléfonos se adquieren no por sus atributos de teléfono). Da por hecho que la “ciencia” del marketing sustituyó a la ciencia política. Da por hecho que perderás tu chamba.

El sector político es el más atrasado en cuanto a la mudanza de los paradigmas de la comunicación. Berlusconi sigue pensando en controlar la información a través de sus nodos creados en el siglo pasado. Los diques se quiebran todos los días a través de las redes no tan sociales. Murdoch dejó el escepticismo sobre la publicidad viral unas horas antes de tomar la decisión de cerrar News of the World, el periódico del morbo-ficción. Los efectos virales sobre su persona lo deprimieron por algunos meses. El paradigma transmoderno es que no pueden existir paradigmas en el mundo de tiempo real.

 

Jorge Carrión aplica la pregunta de cómo llevar al mundo a cuestas en el proceso “evolutivo” en el modelo de las librerías (Librerías, Anagrama 2013). Las librarías, escribe Carrión son “como embajadas sin bandera, máquinas del tiempo, caravasares o páginas de un documento que ningún Estado puede expedir”. Jeff Bezos puede reír al leer la definición que plantea Carrión; da por hecho que la lectura de libros pertenece a la industria zen, es decir, a la socialización en el mundo cada vez más poblado: Amazon; la lectura como masaje para el intelecto… pero también para la cartera. El precio es la magia que produce metamorfosis en el comportamiento del consumidor. El doctor Google conoce del tema: cien, mil o un millón de periódicos gratuitos a precio de tiempo de lectura. El Péndulo de México, Ler Devagar de Lisboa, Sophos de Guatemala o la Central de Barcelona apuestan por el esteticismo industrializado de la lectura; nichos de

 

El dueño del periódico The Washington Post (Bezos) trabaja en el nuevo paradigma del tiempo real; también lo hacen los tenedores de The New York Times… ¿pero el resto? Los editores del primer cuarto del siglo XXI terminarán con problemas esquizoides. ¿Por qué?

 

El político promedio cree que lo lee, o intenta leer, sobre el papel periódico es verdad, mientras que lo que aparece en la web carece de fundamentos periodísticos. El paradigma costumbrista es su oxímoron preferido. El papel periódico como el espejo de las vanidades en tiempo no real, o si se prefiere, la ciencia del marketing revela los rasgos de la verdadera condición humana. Detrás de la moneda se encuentra el interés de las nuevas generaciones: ¿Cómo llevar al mundo del papel periódico a cuestas cuando las redes incentivan a no pagar por el consumo de la información? La híper segmentación de los lectores jala a la paciencia de los editores: ¿Quiénes son nuestros lectores? Pregunta que eclipsa a: ¿Cuál es la misión del periódico?

 

Sobre Assange y Snowden existe un juicio global no oficial: ¿héroes o villanos? ¿Enemigos de la edición como censura y amigos de la libertad caótica?  ¿Amigos de los enemigos de la libertad de expresión y enemigos de los amigos de la libertad de expresión?

 

No entiendo. Si la escasez fue materia de estudio de la economía, la irracionalidad es materia primigeniamente atractiva del ser humano sapiente de nuestro siglo.

 

Da por hecho que llevas al mundo sobre tus espaldas. Pesa. Cansa el no querer comprender que la mudanza es la solución. Ni modo.

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