En Tultitlán, Estado de México, se encuentra la estatua más grande del mundo dedicada a la Santa Muerte, con 22 metros de altura y hecha con metal, cartón y cobertura de chapopote. Dos años después de morir “El padrino”, su madre, Enriqueta Vargas, quien vivía al margen de la carrera de su hijo, se encargó del santuario, ahora como “Madrina” de la Santa Muerte.
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