En un país devastado por la guerra civil desde hace 20 años, es todo un negocio ser pirata, así lo revela un estudio publicado en el semanario estadunidense The Economist que afirma que los piratas que operan en las aguas del Cuerno de África recaudaron cerca de 400 millones de dólares en pagos de rescate desde 2005, con lo que financiaron una amplia variedad de actividades criminales en todo el mundo.

 

A pesar de que la piratería en Somalia alcanzó su nivel más bajo en siete años, el reporte Senderos del Pirata realizado conjuntamente por el Banco Mundial, Naciones Unidas e Interpol, señala que la piratería en Somalia, Djibouti, Etiopía, Kenya y Seychelles mantiene el comercio ilegal de armas, el tráfico humano, las milicias y el lavado de dinero.

 

“Estos se organizan en grupos, principalmente en clanes, y operan como unidades criminales. La mayoría van armados con lanzagranadas AK-47 y dispositivos de seguimiento”, señala el informe, que recoge que un total 179 barcos fueron secuestrados de Somalia y el Cuerno de África entre abril de 2005 hasta finales de 2012. De ese total sólo un 85% fueron liberados por un rescate.

 

Senderos del Pirata establece dos tipos de piratas: los que financian la operación (los principales beneficiarios) quienes se quedan con el 30% y 75% del rescate aproximadamente.

 

Estos financieros, son desde ex policías, exmilitares, ex pescadores, antiguos hombres de negocios o funcionarios. Si el pirata es el único inversor, puede llevarse hasta el 75% del dinero.

 

Y los segundos, conocidos como piratas rasos que vienen de entornos pobres, y ganan entre 30 mil y 75 mil dólares por barco, entre el 0.01% y el 0.025% del importe del rescate.

 

En tanto que los piratas que embarcan en el bote primero o usan sus propias armas en una operación obtienen un bono de 10 mil dólares. Aunque estos también reciben una multa por “mal comportamiento” que va entre rehusarse a seguir ordenes, maltratar a la tripulación o dormir, de acuerdo con el estudio.

 

La comunidad local también cobra un porcentaje dentro de este negocio, se trata de los proveedores de material y productos para los piratas. Desde droga, comida, o prostitutas.

 

“Cuando el barco llega a puerto, un equipo se incorpora. Todo se anota, cada bebida, o transacción. La suma final se deduce cuando se reciba el dinero del rescate. El inversor paga lo que debe a los negocios locales. Parte de la población prefiere no implicarse directamente en la piratería, pero hacen mucho dinero simplemente vendiendo material a los piratas”, asegura el estudio.

 

Otra parte del dinero se destina a las milicias rebeldes que controlan puertos, como el acuerdo al que se llegó con Al-Shabaab un grupo vinculado rebelde islamista vinculado a Al- Qaeda en Haradere, donde los piratas comparten el 20% de los rescates.

 

El estudio también denuncia la dificultad para controlar el flujo de dinero, tanto, el contrabando de efectivo entre las fronteras como las propias transferencias electrónicas. El informe identifica Djibouti, Kenya y los Emiratos Árabes Unidos ( EAU) como los principales puntos de tránsito y destino final para parte del botín.

 

Pese a su desplome, los costos de la piratería en Somalia a nivel internacional y regional, le cuesta a la economía global aproximadamente 18 billones de dólares al año por los gastos elevados de intercambio, además de afectar a  la actividad económica de países vecinos, así como un descenso en llegadas de turistas y en producción pesquera en un 23.8% desde 2006. En Somalia se calcula que los costos comerciales vinculados a la piratería son de 6 millones de dólares al año.

 

El estudio sugiere que la comunidad internacional movilice una fuerza de tarea financiera para erradicar las redes de lavado y financiación, reflejando a la fuerza naval multinacional empleada para combatir a los piratas en el mar.

 

Aunque en el informe solo se hicieron públicos dos testimonios de 30 entrevistas a piratas o ex piratas, uno de ellos apunta que nunca había viajado fuera del país, salvo para su aventura en el mar. Y su única motivación: el dinero.

 

El segundo apunta que lo pensó antes de caer en la piratería, pero al final, no tuvo elección, “yo era pescador en Mogadiscio , pero las circunstancias y el tiempo complicó todo, con la piratería todo se volvió cada vez más caro. Un litro de combustible costaba 100 dólares, no podía alimentar a mi familia. Entonces, me uní a la piratería”.

 

Este negocio que comenzó por unos pocos miles de dólares cuando los primeros piratas en los años 90 que provenían del sector de la pesca buscaban una “mejor calidad de vida”, se distorsionó a partir del 2000, cuando únicamente la nueva generación de piratas, buscaban serlo unicamente por el dinero.

 

Da click aquí para consultar el informe original

 

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