Ni llanto. Ni gritos. Ni abucheos. Mucho menos violencia verbal o física. La cerveza que esta vez se ha ingerido matutinamente por culpa de las diecinueve horas de diferencia en huso horario respecto al DF, no deja de ser festiva aun en plena goleada adversa.
Les hubiera gustado ir a otro Mundial, mas no me parece que les habría cambiado la vida. Conocen sus limitaciones futboleras. Saben que deben competir contra selecciones que tienen verdaderas ligas profesionales, tan distinto a su caso, con el Wellington Phoenix como único exponente profesional de este deporte y, por ello, compitiendo en la liga australiana.
Espera la columna completa Latitudes en nuestra edición de mañana