“¡Ni una más!” y “¡En el Estado de México mi vida vale menos!”, fueron las frases con que fueron recibidas en México las integrantes de la Iniciativa de Mujeres Premio Nobel. Su presencia de ninguna manera resolverá los casos de las tres mil 100 mujeres asesinadas en 2010, pero sí se espera que constituyan un elemento simbólico de presión para las autoridades responsables de hacerlo.

 

Rigoberta Menchú y Jody Williams encabezan la iniciativa, que tras la investigación de 10 días que iniciaron el 21 de enero pasado emitirá un informe sobre los feminicidios cometidos en países de América Latina con más alto índice de estos delitos: México, con tres mil 100 mujeres asesinadas en 2010; Honduras, con mil 500 entre 2008 y 2011, y Guatemala, con más de cinco mil víctimas en la última década.

 

Ambas son reconocidas en el mundo por su activismo, que en distintos momentos las hizo acreedoras al Premio Nobel de la Paz. La intervención de las dos mujeres en la investigación de violencia contra las mujeres despierta expectativas sobre cuál será la postura de los gobiernos una vez que den a conocer los resultados de su investigación.

 

En el caso de México, no se espera que se resuelva el problema, pero al menos sí que exista una mayor atención sobre estos hechos, e incluso que el tema sea incluido en la agenda de los candidatos a la Presidencia.

 

“No vienen a resolver, sino a constituir un elemento simbólico de presión para la autoridad misma”, señaló Óscar de los Reyes Heredia, quien durante 2005, como consultor de la ONU trabajó la forma de empatar las leyes mexicanas a los tratados internacionales que garantizan el respeto a los derechos de la mujer.

 

Sin embargo, “dada nuestra cultura política, le ponemos más énfasis al proceso electoral y a la campaña porque esperamos ver definiciones para el siguiente sexenio, pero también hay que reconocer que su presencia va a servir para que muchos de los precandidatos se cuelguen de su discurso”, advirtió el ex consultor de la ONU.

 

Para Gilda Rivera, directora ejecutiva del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), en el contexto internacional esta iniciativa tendrá un espacio muy importante. “Ellas -Menchu y Williams- han colaborado con actrices de cine y artistas como Jane Fonda, que es una persona que pesa mucho y que ha participado en manifestaciones en México. Para mí es muy importante que ellas vengan a constatar in situ y que escuchen a las mujeres afectadas”.

 

Durante su paso por México, a principios de la semana pasado, Jody Williams se reunió con activistas y defensores de los derechos humanos de Guerrero, Atenco, e incluso con la titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Marisela Morales.

 

Al inicio de la visita, el domingo pasado, la estadunidense denunció la impunidad de los crímenes perpetrados contra las mujeres en México y la falta de voluntad política para buscar soluciones. La activista criticó además las “palabras bonitas” del gobierno y exigió soluciones “reales” al problema.

 

El activismo que las une

 

“Una mujer con imaginación es una mujer que no sólo sabe proyectar la vida de una familia, la de una sociedad, sino también el futuro de un milenio”

 

Rigoberta Menchú

(Chimel, Uspatán, Guatemala, 1959)

 

Obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1992, pero su activismo inició años antes. Miembro de la etnia conocida como maya- quiché, la discriminación racial y la violencia marcaron su vida. Su madre fue torturada y asesinada por militares, su padre murió en 1980, cuando la policía de Guatemala incendió la embajada de España en ese país, en donde se encerraron un grupo de campesinos en un acto de protesta.

 

Este hecho la llevó a iniciar una campaña pacífica para denunciar la violación a los derechos humanos de los campesinos por parte del régimen guatemalteco. Más tarde, a esta causa añadió también denuncias sobre la situación precaria de la mujer indígena de América Latina.

 

Para escapar de la represión se exilió en México, donde publicó su autobiografía en 1983; recorrió el mundo con su mensaje y consiguió ser escuchada en las Naciones Unidas. En 1988 regresó a Guatemala, protegida por su prestigio internacional, para continuar con su activismo.

 

En 1992, la labor de Rigoberta Menchú fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz, lo que le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el Gobierno y la guerrilla iniciado en los años siguientes.

 

Su propuesta ha sido siempre fomentar la cultura de la denuncia para que todos los conflictos se resuelvan por la vía pacífica.

 

“Si todo el mundo tiene educación, salud, una vivienda digna y un empleo, nadie tendrá necesidad de pegarse una bomba al cinturón porque tendrán esperanza en el futuro”

 

 

Jody Williams

(Putney, Vermont, Estados Unidos, 1950)

 

En 1997, después de una labor de varios años logró la firma de un tratado internacional para la prohibición de las minas antipersonas, lo que le valió el Premio Nobel de la Paz ese mismo año.

 

Nació en Estados Unidos, pero su trabajo siempre estuvo ligado a América Latina. Como maestra en la enseñanza del español, incluso vivió en México, donde impartió cursos de inglés.

 

En 1984 asumió la coordinación del Programa Educación nicaraguo-hondureño y dos años después se convirtió en sub jefe de Ayuda Médica para El Salvador, una organización caritativa con sede en Los Ángeles. En esta nación centroamericana conoció de cerca los problemas de la mujer en la región, así como la pobreza que enfrentan muchos pueblos latinoamericanos.

 

En 1992 inició su labor como activista cuando se integró a la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersonas. Gracias a su intervención, en 1997 al conseguir la firma de un tratado internacional que prohíbe estos objetos la hizo acreedora al Premio Nobel de la Paz.

 

La Iniciativa de Mujeres Nobel surge a propuesta de Williams quien planteó a todas aquellas mujeres que hasta el momento han alcanzado el Premio Nobel de la Paz (ocho) que se organizaran para poner la atención del mundo sobre el problema.

 

Su bandera es “enfrentar los conflictos de una manera distinta a como se ha hecho hasta ahora”, buscando formas efectivas para que los gobiernos den respuestas a la sociedad civil.