Su primer objetivo fue un microbús casi vacío de la policía. Le rompieron los vidrios, le aventaron pintura y dejaron su sello anarquista. Así comenzaron los 50 minutos, en 2.2 kilómetros del Centro Histórico, en los que unos 40 jóvenes tuvieron permiso, ante la ausencia de la policía y sólo la presencia de defensores de derechos humanos, para lanzar petardos y piedras, hacer pintas, destrozar fachadas de comercios y las puertas del metro.

 

Ayer unas 10 organizaciones marcharon y se concentraron en un mitin, durante unas tres horas, para protestar por el primer año de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto y en defensa de los recursos energéticos. Entre esos grupos estaban los autodenominados anarquistas, quienes buscaron un lugar entre algunos de los contingentes, pero no fueron aceptados por los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación  (CNTE), que eran quienes encabezaban la protesta, y en varias ocasiones pidieron cerrar filas para evitar “infiltrados”.

 

Así un primer contingente de 40 jóvenes, todos con playeras negras y rostros cubiertos, debieron esperar que cada uno de los contingentes, provenientes de distintas partes del país, avanzaran sobre Paseo de la Reforma, hasta que lograron colocarse en medio.

 

En ese momento, la manifestación seguía a paso lento y gritaban consignas: “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir que la burguesía se tiene que morir”.

 

El desconcierto de los jóvenes anarquistas fue latente desde que llegaron al Centro Histórico. Varios de ellos se preguntaban dónde estaban los “puercos”, como despectivamente se refieren a los policías, cuando se percataron que nadie les cerraba el paso para llegar a la Plaza de la Constitución. Eso sí, iban rodeados de contingentes magisteriales y sindicales que los superaban en número y los veían con desconfianza.

 

Al llegar al Zócalo, mientras Andrés Manuel López Obrador aún pronunciaba su discurso, sus consignas como “muerte al Estado, viva la anarquía” o “presos políticos libertad” se desvanecían ante el acto político. La incomodidad  se notaba hasta en su incapacidad del grupo por detenerse en algún sitio para protestar.

 

Uno de los jóvenes proponía intentar derribar las vallas de Palacio Nacional, pero una chica se opuso firmemente recordando que de nada servía que hubiera más encarcelados como Mario González, detenido el 2 de octubre y quien se supone  mantiene una huelga de hambre en el Reclusorio.

 

Ante la falta de policía, la molestia de los jóvenes encapuchados fue canalizada hacia camarógrafos y reporteros que los seguían a donde se dirigían, intentando registrar cada acción. En algún momento parecían ser más medios que rebeldes en el grupo, lo mismo que más defensores de derechos humanos que seguían a los propios anarquistas.

 

Contra todo

 

El que parecía ser el líder del grupo, un joven de no más de 1.65 de estatura, que todo el tiempo mantuvo el rostro cubierto con un paliacate y con grandes gafas para el sol, le pidió a sus compañeros al filo de la una y cuarto de la tarde, que abandonaran el área sin un rumbo claro, pero con la intención de separarse de las 35 mil personas que aún ocupaban el Zócalo.

 

Al parecer, más por inercia que por determinación, ante la “invitación” que originaba la falta de uniformados, algunos de los jóvenes realizaron pintas por las calles que avanzaron: Venustiano Carranza, Las Cruces, San Pablo e Izazaga, en esta calle se encontraron, por fin, con su primer gran objetivo: un microbús de la Policía Auxiliar atorado en el tráfico, al cual le lanzaron piedras y balas de pintura azul. Uno de los encapuchados, con cadena en mano, rompió los vidrios de la puerta delantera. Cuando la luz verde apareció en el semáforo, el vehículo arrancó y logró escapar de los encapuchados.

 

Su segundo objetivo fue tratar de ingresar al metro Pino Suarez, pero elementos de Protección Civil lo impidieron cerrando las puertas de acceso. Tercer blanco: la estación Isabel la Católica, también quisieron entrar, pero las puertas estaban cerradas y por eso lanzaron petardos y una bomba Molotov, que prendió una ligera llama al interior de las instalaciones.

 

Calles adelante, en Izagaga y Bolívar, al menos tres de los encapuchados y con ayuda de palos y piedras, rompieron los cristales de una tienda y robaron algunas botellas de agua.

 

Al llegar a la calle de Arcos de Belén, los anarquistas encontraron sobre el camellón dos costales en los que había restos del adoquín roto y decidieron usarlos. “¡Vamos a arrojarlos a Televisa, no hay granaderos!”, gritó uno de ellos.

 

Y así lo hicieron, lanzaron piedras, petardos y una bomba molotov. En ese momento, un grupo de granaderos trató de evitar los ataques y sin romper filas corrieron detrás de los encapuchados por la calle Enrico Martínez, pero en inmediaciones de la Ciudadela ya había patrullas cerrando el paso.

 

Varios intentaron esconderse entre los puestos y fue en ese punto en donde uno de los mandos gritó: “es en flagrancia va pa’ arriba”. En las rejas de la Biblioteca de México “José Vasconcelos” fue detenida por los granaderos Alejandra Natalia Rodríguez Escobar, de 23 años, a quien los granaderos jalaban y rodeaban con los escudos, mientras que ella a gritos pedía que la soltaran.

 

Una representante de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), que se identificó como Gladys Orta, intentó recabar sus datos pero fue jaloneada por uniformadas del grupo de granaderos. Jóvenes que acompañaban a la detenida dijeron que es estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNAM y estaba registrando lo que sucedía para un medio independiente llamado “Somos el Medio”.

 

Minutos después, la fuerza policiaca se incrementó hasta tomar el control de Avenida Chapultepec y de la Ciudadela. Los jóvenes encapuchados habían huido entonces y no se les vio más.

 

Pero para ese momento la Policía ya contaba con 14 detenidos, cuatro de ellos aseguraron que estaban comiendo antes de ser llevados por la policía. Apenas dos horas después cinco de ellos, todos menores, habían sido liberados, otros cinco fueron llevados al Centro de Sanciones Administrativas “El Torito”, por alterar el orden público, y el resto permanecía declarando ante el Ministerio Público por su posible responsabilidad en los delitos de daños en propiedad ajena, portación de objetos aptos para agredir y alteración del orden público.

 

A diferencia del año pasado, cuando los destrozos abarcaron varias cuadras de Paseo de la Reforma y Juárez, en los que participaron cerca de 200 jóvenes autodenominados anarquistas. Esta vez, se mostraron disminuidos en número, capacidad táctica y hasta en entusiasmo.

 

Sólo fueron 40 muchachos vestidos de negro, con 50 minutos de permiso para destrozar.

 

Saldo del 1DMx

 

 

66

pintas y destrozos a varios comercios y fachadas

 

14

detenidos, 10 al Juez Cívico y 4 en el Ministerio Público