Fue, en sus propias palabras, la crónica de un año difícil, un año duro en el que la Ciudad de México fue escenario de cambios y batallas políticas nacionales; pero a decir de Miguel Ángel Mancera, con todo y ese periodo de turbulencia la ciudad se encamina hacia su mayoría de edad. Y en un Auditorio Nacional, repleto, plantado en el centro del escenario, el jefe de Gobierno aprovecha la presencia de líderes políticos, académicos, empresarios y de las infaltables bases clientelares para lanzar su proclama, que parece a la vez deslinde y reclamo a sus antecesores en el cargo:
“Yo no vengo aquí a ver por mi futuro, yo tengo que trabajar por el futuro de todos ustedes. No protesté está encomienda que me hicieron para administrar una imagen, la protesté para gobernar. Hoy confirmo ante todos ustedes que vamos a pagar el precio justo de la confianza que me han depositado. Lo voy a pagar”, dice Mancera en el clímax de su “informe ciudadano”, en el que se autoreivindica como un “político progresista” que gobierna “sin partidismos ni politiquerías”.
Es el mediodía en la ciudad que, junto con el primer aniversario del gobierno de Mancera, conmemora también 16 años desde que el primer jefe de Gobierno electo por el voto de los capitalinos llegó al poder. Y ahí, en primera fila esta ese personaje, Cuahtémoc Cárdenas, y junto a él, el rector de la UNAM, José Narro, y una galería de políticos de la izquierda que desde aquella fecha controla el poder político en la capital del país.
Hasta el Auditorio Nacional fueron llegando primero las huestes clientelares de las tribus que, apostadas en las escalinatas del recinto, corean desde temprano porras al jefe de Gobierno; luego los invitados especiales, que fueron ocupando sus lugares en zona preferente, donde se mezcla de todo, lo mismo la actriz Carmen Salinas que el obispo Antonio Chedraui, los activistas Isabel Miranda y Alejandro Martí, o el recién homenajeado periodista Jacobo Zabludosky. Entre los personajes deambula también toda la fauna política de la izquierda: el líder del SME, Martín Esparza, el dirigente del PRD, Jesús Zambrano, y los miembros del gabinete mancerista junto con los jefes delegacionales.
Arriba, en las galeras, no pueden faltar las clientelas que animan el ambiente con porras y consignas: “¡Mancera, amigo, el sindicato está contigo!”, mientras en el escenario el mariachi de la Secretaría de Seguridad Pública, con todo y uniforme de policías, entonan un huapango con el que aparece, llenando el escenario con su voluptuosa presencia y su potente voz, la cantante Regina Orozco: “Deja que salga la luna, deja que se oculte el sol”, gorgorea la cantante enfundada en un vestido negro con flores bordadas en rojo.
A las 11:30, el sonido local emite un mensaje de advertencia en caso de siniestro, y acto seguido invita a todos a tomar sus asientos y a prepararse “para disfrutar la función”. Un animoso locutor habla después de un video con spots publicitarios donde se afirma que “la Ciudad de México está increíble” y se anuncia “la presencia del ciudadano jefe de Gobierno, licenciado Miguel Ángel Mancera. El gobernante aparece, cual estrella del show repartiendo saludos, alzando los brazos y tocándose el pecho en señal de aprecio por la respetable audiencia.
Viene entonces un mensaje, de una hora exacta, donde Mancera hace un recuento de lo que llama “un primer año difícil”, pero a pesar de eso habla de “logros y resultados” en el primer tramo de su gobierno. Describe la “capital social” que se propone dar apoyos a sus habitantes más necesitados, desde ancianos pensionados hasta madres solteras, uniformes y útiles a los estudiantes y seguro de desempleo para trabajadores. Y ahí, Mancera marca otra diferencia con sus antecesores: “ya sabemos que esta es una ciudad que apoya a sus adultos mayores, eso es un hecho, pero ahora queremos hacer de esta una ciudad que ponga como prioridad a sus niños.
Vienen los compromisos y los proyectos: consolidar al DF como ciudad sustentable, construir una nueva línea de Metrobus; llegar al 2018 con “basura cero” al tratar y procesar las 12 mil toneladas de desechos diarios que genera la ciudad; construir la “ciudad de la salud”; y traer inversiones por más de 6 mil millones de pesos para la capital. Pasa del mediodía cuando Mancera toca lo que ha sido su némesis en el poder: las marchas y protestas. Logramos un “fondo de capitalidad” recuerda y luego dice que no hay derecho humano que se sustente en la violencia y que esta es la “capital de la libertad y la tolerancia”.
Adentro del auditorio suenan las sirenas que anuncian el fin del mensaje del jefe de Gobierno y éste dice que está dispuesto a pagar el precio de gobernar. “Quiero que todos tengan motivos para repetir ¡que viva mi ciudad de México!”, dice antes de que estallen las porras y los aplausos. “Mancera amigo, la gente está contigo”, corean dese Gayola, mientras él se despide entre saludos y una luz lo sigue hasta que abandona el escenario. Abajo los políticos se palmean y se despiden; afuera la ciudad sigue su marcha.