La globalización facilita la comparación sobre reacciones sociales. El pasado martes, en España, un mensaje a través del sistema WhatsApp enrareció y enardeció el ambiente de las redes sociales. El mensaje era una especie de anuncio de una entrevista que el canal de televisión Antena 3 transmitiría la misma noche del martes con el asesino de ETA, Miguel Ricart. De WhatsApp, el comercial saltó a Twitter, lugar en el que Antena 3 trató de disipar a través de un tuit desde su cuenta: “Campaña sucia en redes contra Antena 3. Es falso que Antena 3 vaya a entrevistar esta noche a Miguel Ricart”. En pocas horas, la cadena de televisión recibió amenazas de boicot por parte de cibernautas. Periódicos reconocidos como “serios” dedicaron espacios editoriales al tema: “Información y espectáculo” (Editorial de La Vanguardia el domingo 8 de diciembre). Los editores del periódico catalán escribieron: “(…) censurable es la actitud de los medios que corrieron tras Miguel Ricart, uno de los autores de los crímenes de Alcàsser (localidad valenciana), a su salida de la prisión la semana pasada. Y que hablaron con él y divulgaron fragmentos de la entrevista mientras anunciaban su emisión completa para una fecha inmediata hasta que las redes sociales empezaron a recoger una amplia corriente de protesta que les indujo a retirar tales fragmentos de su web y cancelar sine die la emisión íntegra”. Por su parte, el canal autonómico TeleMadrid orquestó un show al perseguir a Ricart. Fue en Madrid en donde ubicaron la pensión en que el asesino se hospedó durante cinco días. Con una cámara de video escondida, el periodista de TeleMadrid caminó junto a Ricart hasta la estación de trenes en la que el miembro de ETA abordó un tren AVE.

En efecto, la globalización facilita las comparaciones: en México, en las entrevistas con delincuentes subyace el rating. En el imperio del rating no existen códigos deontológicos. No hace mucho tiempo observamos al narcotraficante JJ generando “empatía” durante una entrevista que le hizo una de las juveniles marcas de periodistas en un canal de cobertura nacional y en el que generalmente emergen estrellas. Al finalizar la entrevista, la convicción psicológica del narcotraficante que declara su gusto por los autos de lujo, por residencias excéntricas y por sostener relaciones con reinas de belleza, es demoledora en términos de producción de empatía en un segmento de la población que admira (porque son aspiracionistas) a los ídolos por sus “éxitos”.

El viernes 13 de noviembre de 1992, tres niñas de 14 y 15 intentaban trasladarse a una discoteca de Picasent, en Valencia. Desaparecieron y 75 días después, dos apicultores encontraron los tres cadáveres enterrados en una fosa. El secuestro y las vejaciones que sufrieron las niñas provocaron una profunda conmoción entre la sociedad española. Dos fueron los agresores, Miguel Ricart y Antonio Anglés. El segundo continúa prófugo y Ricart fue capturado, juzgado y condenado a 170 años de prisión. Sólo estuvo 20 años gracias a la orden que dio el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al considerar como legal la petición del etarra Henri Parot de reducir el número de años de condena (por buena conducta, trabajos, estudios en prisión, entre otras actividades) por cada una de las penas y no sobre el máximo legal permitido de permanencia en prisión, que anteriormente era de 30 años (derogado).

Las redes sociales son un espectáculo de alta velocidad. Quien las cataliza es el morbo: su velocidad es superior a la de la televisión. No se sabe si de verdad Antena 3 entrevistó o no al criminal Ricart. Junto a él, 28 terroristas saldrán libres sin cumplir las condenas que recibieron de los jueces. Una parte importante de españoles se encuentran indignados por la determinación de la Corte Europea de Derechos Humanos. Todo lo anterior ocurre durante una época en la que ETA bajó las armas en una tregua definitiva. Algo que el gobierno de Rajoy ha tomado con escepticismo. Lo que el Ejecutivo desea es que ETA entregue las armas, algo que hasta el momento no ha ocurrido.

En efecto, ver en la calle a asesinos con decenas de crímenes en su conciencia provoca enorme desazón entre los ciudadanos, pero observarlos por televisión como si de estrellas se tratara, es algo más que repugnante.

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