En tono de chunga se dice que el único lugar del Distrito Federal, México, en donde hay “la ley y el orden” es en el Canal 5 de televisión.
Al señor Miguel Ángel Mancera Espinosa (48) le ha ido de mal en peor a un año de comenzar su gestión como jefe de Gobierno del DF. Venía de haber hecho un buen trabajo como procurador de Justicia. Según su Informe de Gestión, durante 2011 redujo la delincuencia 12% en la Ciudad de México, mientras a nivel nacional la incidencia delictiva subió 10.4%
En 2012 fue el candidato perredista, sin ser perredista, quien obtuvo la mayor votación conocida antes: 66.56% de tres millones 31 mil 156 votos.
Todos muy contentos. Aires frescos se percibían en el gobierno del DF saturado de grilla política encabezada por el entonces jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, proclive a la confrontación y al predominio de su “yo” frente al “ustedes”.
De pronto, heredó un problema que sería el principio de su maldición: el 1 de diciembre hubo confrontación callejera en el DF durante la toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto. Apareció en el centro de la ciudad un grupo beligerante y en apariencia incontrolable: los “anarquistas”. Golpes. Daños en propiedad ajena. Agresiones a la policía. Confrontación entre ambas partes. Detenciones. Libertades luego. Mal sabor de boca para todos aquí.
Luego, le crecieron los enanos y la mujer barbada ser rasuró. A poco más de un año de su gestión, lo que se ve más son las inconformidades ciudadanas y no los aplausos; son más los desasosiegos ciudadanos que las complacencias; son más las ausencias de gobierno que la presencia de gobierno: mal si quien gobierna se dice un “gobernante ciudadano”.
Luego ocurre la desaparición de por lo menos 12 personas del Bar Heaven, en la Zona Rosa del DF. Tiempo después aparecen cadáveres de ellos. Las explicaciones del caso son insuficientes aún.
El 10 de junio, en la conmemoración de 1971 reaparecen los grupos violentos. No pasa nada. Mancera se enarbola como defensor de la libertad de expresión. La Comisión de Derechos Humanos del DF garantiza los derechos de agresores a expresarse y a no ser tocados por autoridad.
Y lo peor: el 18 de agosto inicia su plantón la CNTE en el DF. Atosigan a los capitalinos. Cierran calles. Obstruyen vialidades. El gobierno del señor Mancera no hace nada por controlar una situación que, dice, no es un problema de la capital, que sí de cada uno de los estados. “Es un problema federal que se le endosa a la capital”.
El enojo de capitalinos va en aumento porque se sienten inermes, con un gobierno que, acusan, es incapaz de poner orden y de ejercer “la fuente de la legitimidad del uso de la violencia” en su defensa: nada. Mancera insiste en la prudencia, en la tolerancia y en las libertades de todos. Furia popular. Se estima que la estancia de los maestros en la capital produjo pérdidas por 290 millones de pesos. Los comerciantes afectados hablan de 560 millones.
Y más enojo cuando, mal aconsejado por Joel Ortega, director del Metro, lleva a cabo una consulta entre poco más de siete mil usuarios en la que “la mayoría aprobó el aumento del precio del boleto de tres a cinco pesos”. La UNAM hizo el mismo ejercicio con resultados diametralmente opuestos. Furia ciudadana en contra de un gobernante “ciudadano”.
El 49% de los capitalinos desaprobó su gestión en noviembre; en febrero era 23% y va a más.
Junto a todo esto, lo político: la rechifla en su contra organizada el 15 de diciembre por el grupo IDN-Bejarano, del PRD. La lucha por el poder político en el DF; el grupo Bejarano que tanto daño hace a todo; Marcelo y sus inquietudes de futuro; un PRD al que no se siente unido pero que le dio vida política y un gobierno federal que lo apapacha por interés político y del que gusta ser apapachado. Todo en una nuez: el DF.
Pero va solo. No es un hombre malintencionado. No es un buen político. Pronto tendrá que aprender a serlo. Urge. Mientras, su gabinete lo deja solo. Acaso Héctor Serrano, secretario de Gobierno, con frecuencia ocupa el puesto gobernante: Los demás/los de menos: no existen en su mayoría, acaso sí para su propio proyecto. Hágase lo que se haga: Mancera paga: Mancera da la cara: Mancera está ahí para “péguele al negro”: ¿Se vale?
Entender el sentido de las libertades es un primer aprendizaje; entender a los agobiados ciudadanos del DF en su pobreza económica, en su inseguridad y en su abandono en una ciudad de la anarquía y vendedores ambulantes es otra; entenderlos en sí mismos, en sus debilidades y en sus aspiraciones es otra. Administrar no es gobernar. Eso falta. Falta gobierno. Democrático. Él está dispuesto. Y será. ¿Será?