El Museo Nacional de las Culturas actualizó la sala dedicada a China, con la exhibición de 120 piezas que acercan al público a las diferentes tradiciones religiosas y artísticas de esa cultura milenaria.

 

La nueva propuesta museográfica, estructurada en tres secciones que abordan las “Creencias tradicionales”, el “Florecimiento cultural” y el “Intercambio comercial”, da cuenta de la historia del país asiático, que comprende cinco mil años de antigüedad, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en un comunicado.

 

“En esta actualización se planteó dar un contexto y no sólo mostrar las piezas por su belleza o calidad, sino por todo lo que representan, porque el arte es una expresión de las ideas y de las creencias”, explicó la antropóloga y curadora de la muestra, Silvia Seligson, quien agregó que esta sala no se había renovado desde hace 48 años.

 

La sala de China abre con la reflexión sobre la concepción de la vida y la muerte, que se ilustra con ofrendas funerarias que fueron cambiando según las dinastías que gobernaron el imperio chino.

 

En esta sección se presentan esculturas de cerámica vidriada y bronces rituales usados para colocar las ofrendas de alimentos, de vino o agua. “Hay más de 54 tipos de bronces según la función que cumplían y son piezas extraordinarias por las técnicas con las cuales se elaboraron tres mil años atrás”, detalló Seligson.

 

El visitante podrá apreciar, además, ofrendas de figuras humanas y recipientes de diseños zoomorfos, que acompañaban a los muertos hacia su otra vida, entre las que destacan dos famosos Guerreros de terracota.

 

La especialista recordó que otro elemento de la cultura china son los jades, a los que se les atribuyen poderes curativos, ejemplo de ello se puede apreciar en una mortaja del príncipe Liu Sheng, de la dinastía Han del Oeste (206 a.C.- 8 d.C.), elaborada con más de dos mil 500 placas de jade unidas con hilos de oro.

 

Asimismo, en esta área se retoman las dos creencias tradicionales autóctonas de China: el taoísmo y el confucianismo, relacionadas con temas que tienen que ver con la muerte.

 

Como parte de ello, se muestra el Biombo de Coromandel (siglo XIX), de madera laqueada, que ilustra escenas del Festival de Muertos, que en China se celebra en abril, además de un relieve en madera labrada que recrea el Pabellón Dacheng, de fines de la dinastía Qing (1644-1911), así como una escultura en madera tallada, con la representación de Shoulao, dios de la longevidad.

 

Las piezas son objetos originales de los museos nacionales de las Culturas y de Historia, así como algunas réplicas de objetos considerados tesoros nacionales de China, que fueron donadas por ese país en 2010 al gobierno de México para conmemorar el Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia.

 

La sección “Florecimiento cultural” se centra en un momento histórico significativo para China, cuando se estableció la ruta de la seda, en el siglo II antes de nuestra era, y que ligó el imperio romano con el chino por más de cuatro mil 500 kilómetros a través del desierto y por donde circularon varias mercancías.

 

Seligson explicó que uno de los objetos que recibían los chinos a cambio de la seda eran los corceles pura sangre, de los que se exhiben tres imágenes, además se presentan objetos bordados con hilos de seda, que en China es considerado Patrimonio Intangible, por la calidad y delicadeza de su trabajo.

 

“Para ilustrar dicha técnica se exhibe una pantalla decorativa con un paisaje bordado a mano, que por el cuidado en los detalles y la delicadeza del trabajo semeja una pintura. Le llaman bordado mágico porque tiene dos caras: sobre una tela de seda delgadísima se bordan imágenes por ambos lados y a veces la que aparece en un lado es diferente a la del otro. Esta pieza es característica de los bordados de Suzhou”, acotó.

 

Un par de xilografías que reproducen textos budistas, así como cuatro instrumentos musicales tradicionales, de un universo de 72, que se siguen utilizando, completan la propuesta que evoca las tradiciones de la música, la danza, el drama, la actuación, que derivaron en un arte considerado Patrimonio Intangible de China: la Ópera de Pekín, ejemplificada mediante máscaras e indumentaria.

 

También se muestran las llamadas artes del pincel: la caligrafía, la pintura y la poesía, que se sustentan en otros grandes inventos chinos como el papel, los pinceles, la tinta, entre otros, por lo que se exhiben dos tableros de madera que refieren al proceso de creación de la seda y el papel.

 

El intercambio comercial, eje de la tercera sección, representa otra de las vertientes de la cultura china mediante la distribución de productos como la porcelana, inventada y desarrollada por los chinos y que llegó a producirse en Occidente hasta finales del siglo XVIII.

 

La investigadora destacó que en este caso “alcanza un nivel de excelencia en calidad, técnica y diversidad es durante las últimas dos dinastías: Ming y Qing. La porcelana fue uno de los productos que tuvo gran influencia en la talavera de Puebla”.

 

En la sala se exhibe un jarrón y una tarja (siglo XVIII), préstamo del Museo Nacional de Historia “Castillo de Chapultepec”.

 

También se exponen otros ejemplos de porcelana que se hacían bajo los modelos de los bronces, como un incensario de la dinastía Ming (1573-1620), además de otras piezas como platos, soperas, un tibor y un ánfora, del siglo XIX, de porcelana polícroma, al igual que un mantón de manila, elaborado en seda con motivos florales, el cual da cuenta de la influencia del bordado chino en la técnica mexicana.

 

El intercambio comercial refiere también al famoso Galeón de Manila, que por más de 250 años navegó desde Filipinas, donde se concentraban las mercancías de gran parte de Asia, a México.