MOSCÚ. Los dos atentados suicidas perpetrados en las últimas 24 horas en la ciudad rusa de Volgogrado amenazan los preparativos para los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, el proyecto estrella del presidente ruso, Vladímir Putin.
“Por supuesto que estoy asustada. No estaba preparada para algo así. Pero pienso que los organizadores se ocuparán de los deportistas y que en la Olimpiada tendremos altos niveles de seguridad”, afirmó hoy Marit Bjoergen, triple campeona olímpica de esquí de fondo.
La muerte de más de una treintena de personas no sólo ha enlutado a la antigua Stalingrado, sino que ha disparado todas las alarmas en Sochi, balneario del mar Negro situado a escasos kilómetros del explosivo Cáucaso Norte ruso.
Precisamente, la seguridad era vista desde un principio como el principal hándicap para los primeros Juegos Blancos que organizará Rusia, que esperaba mejorar con esta cita su imagen como país serio, estable y, lo que es más importante, seguro.
“Algo parecido ocurrió en Noruega. Tales sucesos son siempre desagradables. Existen cosas más importantes que las competiciones de esquí. Ya nos habían dicho que en Sochi podían ocurrir ataques terroristas”, añadió Bjoergen en declaraciones a la televisión noruega.
Un posible aplazamiento sería un durísimo revés para el Kremlin, que tiene previsto gastar 50 mil millones de dólares (1.525 billones de rublos) para organizar los Juegos de Invierno más caros de la historia.
Putin, un gran aficionado a los deportes de invierno, quiere utilizar Sochi para legitimar su poder a ojos de la comunidad internacional y para modernizar su país, al igual que ocurriera con Corea del Sur en los Juegos Olímpicos de 1988.
Tanto Sochi como la Copa Mundial de Fútbol de Rusia 2018 son los símbolos del nuevo desarrollismo ruso, que busca convertir a este país en una de las principales potencias del planeta después del trauma que supuso la desaparición de la Unión Soviética.
En julio pasado el líder de la guerrilla caucasiana, el chechén Doku Umárov, amenazó con abortar los Juegos, que tachó de “bailes satánicos sobre los huesos de nuestros antepasados”.
“Como muyahidines estamos obligados a impedirlo por cualquier medio permitido por Alá”, afirmó Umárov, que ha sido dado muchas veces por muerto, en un vídeo.
Entonces, Umárov declaró el levantamiento de la moratoria a las operaciones terroristas fuera del Cáucaso, ya que las autoridades se lo tomaron como un “signo de debilidad” y “no como un acto de buena voluntad”.
Pese a la amenaza latente, el jefe del Comité Olímpico Ruso y vicepresidente de la Duma o cámara de diputados, Alexandr Zhúkov, descartó hoy la posible adopción de medidas extraordinarias tras los atentados de Volgogrado.
“Todas las medidas de seguridad necesarias ya están tomadas. No adoptaremos medidas adicionales en conexión con los atentados. Ya hemos hecho todo lo posible”, dijo.
Entre otras medidas de seguridad, destacó el pasaporte del aficionado, lo que permitirá la identificación de todos los seguidores que viajen a Sochi.
Las medidas de seguridad para Sochi fueron trazadas en 2009, cuando se decidió que 42.000 agentes de la policía y 10.000 efectivos del Ministerio del Interior se encargarían de garantizar el orden durante los Juegos.
Además, otros 23.000 efectivos del Ministerio para Situaciones de Emergencia serán desplegados por todas las instalaciones deportivas y pistas.
Después de endurecer las leyes antiterroristas, Putin emitió en noviembre un decreto por el que los rusos que visiten Sochi entre el 7 y el 21 de febrero tendrán que registrarse ante las autoridades migratorias locales en los tres primeros días desde su llegada a la ciudad, cuando hasta ahora el plazo era de 30 días.
En cuanto a los extranjeros, estos tendrán que informar a las autoridades sobre su lugar de residencia provisional y su plazo de estancia en el plazo de un día desde que arriben a la ciudad, cuando hasta ahora era de una semana.
En prevención de posibles atentados con bomba, también ha sido prohibido por ley el acceso por carretera a Sochi.
Además, todos los obreros procedentes de otros lugares de Rusia serán enviados a sus lugares de origen varias semanas antes de la ceremonia de inauguración de los Juegos que tendrá lugar el 7 de febrero próximo.
De golpe y porrazo, la posible falta de nieve, la explotación de los inmigrantes, los problemas de los equipos de hockey sobre hielo y de patinaje rusos o la corrupción en la construcción de infraestructuras han pasado a un segundo plano.