BAGAD. El Estado Islámico de Irak y el Sham, una milicia sunnita vinculada a Al Qaeda, tomó el control de la mitad de las ciudades de Faluya y Ramadi, a 50 y 100 kilómetros al oeste de Bagdad, respectivamente.

 

Según fuentes del Ministerio del Interior iraquí, desde la primera hora de la mañana de ayer se registraron fuertes enfrentamientos entre miembros de milicias tribales locales, combatientes islamistas y el Ejército y la policía iraquí.

 

Aún no se dio a conocer el número de víctimas, pero el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, decidió mantener en la región los refuerzos militares que había enviado a la provincia de Al Anbar y que el miércoles había prometido retirar ya que habían "vencido en su ataque a los nidos de Al Qaeda y sus seguidores”.

 

Los militares fueron redirigidos hacia las zonas desérticas de la provincia en operaciones de búsqueda y captura de miembros de la red Al Qaeda, principalmente en Ramadi donde islamistas incendiaron varias comisarías policiales de las cuales escaparon unos 100 detenidos y la seguridad colapsó la víspera, según el gobernador provincial, Ahmad Khalaf al-Dhiyabi.

 

Escenario de enfrentamientos

 

La provincia de Al Anbar, uno de los bastiones de las milicias que resistieron a la ocupación estadunidense después de 2003, volvió a convertirse -diez años después- en uno de los epicentros de la insurgencia sunnita, en gran parte por el avance de combatientes vinculados a Al Qaeda, impulsados por la escalada de la guerra civil en la vecina Siria.

 

Al Anbar es una de las provincias más grandes y deshabitadas del país y comparte frontera con la convulsionada Siria y con la potencia regional y promotora de una de las versiones más conservadoras del Islam sunnita, Arabia Saudita.

 

En Siria, pese al aislamiento internacional impulsado por Estados Unidos en la última década, los islamistas vinculados a Al Qaeda volvieron a ganar fuerza, especialmente gracias al apoyo militar y financiero externo que obtienen para derrocar al gobierno de Bachar Al Asad.

 

El lunes pasado el premier Al Maliki anunció que, en un intento por contener la insurgencia sunnita en el oeste del país, había dado la orden de destruir el principal campamento de protesta de la oposición sunita en la ciudad de Ramadi.

 

A finales de 2012 y siguiendo la ola de levantamientos populares en los países vecinos, miles de iraquíes sunnitas salieron a las calles en varias ciudades del país para pedir la liberación de los detenidos sin cargos y la anulación de la ley antiterrorista.

 

Algunas de esas masivas protestas terminaron convirtiéndose en campamentos permanentes en las capitales de las provincias de mayoría sunnita, entre ellas Al Anbar.

 

Al Maliki condenó las protestas y calificó a los campamentos como "las sedes del liderazgo de Al Qaeda".

 

La redada policial del lunes pasado en Ramadi desató una ola de violencia y ataques en esa ciudad y en la vecina Faluja. Los enfrentamientos duraron dos días y ayer, pese a la continua presencia militar y policial, volvieron a estallar.

 

El gobierno iraquí no reconoció oficialmente la avanzada de los combatientes islamistas, pero fuentes del Ministerio del Interior informaron que el Estado Islámico de Irak y el Sham controla la mitad de Ramadi y Faluja, mientras que el resto está en manos de milicias tribales locales.

 

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