Este León es tal y como lo pintan. El campeón del futbol mexicano no sólo se perfila como uno de los máximo surtidores del Tricolor del Piojo Miguel Herrera, quien se atrevió mostrar que gran parte de la potencia ofensiva de los panzas verdes recaía en dos descarados que desde hace un año no se cansan de desquiciar a cuanta ofensiva se les ha parado enfrente: Luis Montes y Carlos Gullit Peña.
Ambos jugadores coinciden en algo, llegaron al León de los Tuzos inadvertidos, sin notas altas que los colocaran, ya no se diga como titulares indiscutibles en Pachuca, sino jugadores con el quilataje necesario para catapultar el valor de un equipo. Es ahí donde aparece Gustavo Matosas, hombre que ha construido una fiera en toda la extensión. Un conjunto capaz no sólo de ganar, sino de agradar, gustar y golear.
La exhibición en la final de diciembre pasado ante el otrora poderoso América lo dice todo. León devoró al águila sin empolvarse la melena, tal como lo hizo con cada uno de sus oponentes de la Liguilla, y se levantó como campeón del futbol mexicano por sexta vez en su historia, luego de un largo penar en la división de ascenso.
En esa construcción es donde cobran valor esos dos pilares del conjunto de Matosas. Luis Montes no es ningún chaval. Con 28 años, Montes debutó en el lejano 2007 jugando para los Tuzos, donde militó hasta 2011. Desde su llegada al León explotó. Matosas catapultó las capacidades de un tipo chaparrón y tímido, pero que hoy lleva el 10 en los panzas verdes y ha logrado hacerse un espacio para cobrar tiros libres en un equipo donde Rafael Márquez bien podría monopolizar la operación. Pero Márquez (otro prácticamente indiscutible en la futura lista rumbo a Brasil) como viejo lobo europeo, ha reconocido el talento de Montes, no por nada el fin de semana anterior, en el gol de tiro libre del 10 leonés, Márquez apareció para detener el esférico que Montes acabaría depositando en la red atlista.
Y es que León parece no tener techo. Esa banda congregada por Matosas es igual un grupo de chiquillos que el fin de semana se reúne en el terreno baldío con el único objetivo de hacer cabriolas con el balón y concursar por anotar el gol más impresionante.
Carlos Gullit Peña sabe de ello. Quién lo viera en el Pachuca con apenas 20 años, cabeza rapada y apenas algunos minutos de juego. Usa como mote el nombre de aquél gran talentoso mediocampista holandés del Milán, algo re suele resultar hasta grotesco, en la terca comparación. Pero lo cierto es que el camino del Gullit mexicano pinta.
Su capacidad de recuperación, junto a su velocidad para llevar el balón al frente y saber qué hacer con él le dieron un vuelco a su vida futbolística, de estar un tanto extraviada en Pachuca a la clara intención actual de equipos europeos que están monitoreándolo.
Es la fiera construida por Matosas que proyecta Miguel Herrera, técnico nacional, como una de las bases de la Selección Mexicana, la misma fiera que este sábado regresa al Azteca, una fortaleza en el que las Águilas no han perdido desde el pasado 25 de agosto de 2012, al menos en partidos de torneo regular, porque en Liguilla León, que sabe que ello, saltará a la cancha para el juego de la fecha tres aún con una que otra pluma en los bigotes del atrancón de la pasada final; panza verde llena, corazón de león contento. Después de todo, a este León es exactamente lo que se espera de él.